viernes, 20 de marzo de 2015

Evolución del pensamiento socialista en el siglo XIX



Evolución del socialismo en el siglo XIX. Las Teorías.
Socialismo utópico
El término socialismo utópico fue acuñado en 1839 por Louis Blanqui, aunque alcanzó notoriedad tras el empleo que de él hicieron Marx y Engels en su "Manifiesto Comunista". Éstos consideraban que los pensadores utópicos, aunque bienintencionados, pecaban de idealismo e ingenuidad. Para impedir ser confundidos con ellos, etiquetaron su propia teoría con el calificativo de "científico".
La expresión "utopía" significa plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable ya desde el mismo momento de su formulación. Proviene de "Utopía", obra escrita por Tomás Moro, intelectual, político y humanista inglés (S. XV-XVI). En ella teorizaba acerca de una isla de ese nombre que era ideal y perfecta.
Cronológicamente las ideas del socialismo utópico alcanzaron su madurez en el período comprendido entre 1815 y 1848 (fecha de publicación del Manifiesto Comunista).
Los socialistas utópicos formaron un grupo de pensadores heterogéneo. Sin embargo tuvieron en común una serie rasgos, en gran medida influidos por las ideas de Rousseau.
·         La importancia de la naturaleza estaba muy presente en sus ideales, aunque ello no fue obstáculo para que fuesen favorables a la industrialización y el maquinismo.
·         Dedicaron sus esfuerzos a la creación de una sociedad ideal y perfecta, en la que el ser humano se relacionase en paz, armonía e igualdad.
·         Sus metas habrían de alcanzarse mediante la simple voluntad de los hombres, es decir, pacíficamente, de ahí que sus seguidores se opusieran a las revoluciones y a acciones como la huelga.
·         Pusieron al descubierto y denunciaron los perniciosos efectos del capitalismo, pero no investigaron sobre sus causas profundas.
·         Con el fin de paliar las injusticias y desigualdades emprendieron diversos planes, en los que primaron la solidaridad, la filantropía y el amor fraternal.
Pensadores utópicos
Robert Owen
Fue un empresario, fabricante de hilaturas de algodón. En su fábrica escocesa de New Lanark puso en práctica una serie de medidas que mejoraron significativamente las condiciones de vida de sus obreros, tales como la reducción de la jornada de trabajo, salarios más dignos, educación infantil, etc.
El éxito lo animó a crear en USA una comunidad ideal, New Harmony, que sin embargo constituyó un fracaso. Su pensamiento y praxis influyeron de forma relevante en el cooperativismo.
El conde de Saint-Simon
De origen aristocrático, pensaba que el progreso humano se obtiene mediante el desarrollo económico. La industria habría de recibir un nuevo impulso para evitar enfrentamientos entre los hombres.
Según Saint-Simon la sociedad debería ser regida por una élite de intelectuales, científicos y sabios, era partidario de una "tecnocracia" que garantizase el desarrollo de las clases más humildes. Para ello sería necesaria una trasferencia de poder desde los sectores "ociosos" de la sociedad (Ejército, Iglesia y Nobleza) a los "productores" (industriales y campesinos)
Charles Fourier
Le preocupaba la explotación, la miseria y la monotonía laboral que aquejaba a la clase obrera. Trató de paliarlas a través de la creación de colectividades voluntarias denominadas "falansterios”.
Estas comunidades se constituyeron en centro de actividades agrícolas, industriales y contaron con administración, distribución y consumo propios. Sus discípulos fundaron falansterios en México, Estados Unidos y otros países. Fue defensor de la igualdad entre hombres y mujeres.
Otras figuras destacadas del socialismo utópico fueron el ya mencionado Blanqui, que formuló una teoría sobre la dictadura del proletariado, y Louis Blanc, partidario de la acción del Estado como forma de mitigar las desigualdades sociales. Tras la Revolución de 1848 en Francia, siendo ministro de Trabajo de la IIª República, auspició la creación de los Talleres Nacionales, con el objetivo de mitigar el desorbitado paro obrero generado por la crisis económica

Socialismo científico o marxismo
Partiendo del estudio histórico sobre la transición de unas sociedades a otras,Carlos Marx y su colaborador y amigo Federico Engels realizaron un análisis de la sociedad capitalista, indagando en sus contradicciones y planteando los medios para su destrucción.
El marxismo se alejaba de los postulados teóricos, reformistas, idealistas y supuestamente irrealizables del socialismo utópico.
La Revolución de 1848 constituyó un momento clave en el desarrollo de esta nueva corriente socialista pues, una vez frustrada, el marxismo reemplazó al socialismo utópico como corriente ideológica obrerista dominante, erigiéndose en motor y referente de buena parte de los movimientos revolucionarios de la segunda mitad del siglo XIX y XX. Fue precisamente en 1848 cuando se publicó el "Manifiesto comunista”, la obra más conocida del marxismo.
Las ideas marxistas no conforman un bloque unitario, pues los escritos de Marx han ido completándose con   el tiempo y han sido objeto de notables revisiones.
El socialismo científico o marxismo presenta influencias de corrientes anteriores, destacando las que proceden de la filosofía alemana hegeliana (materialismo dialéctico[1]), la del ideario de revolucionarios como Babeuf y la de activistas obreros como Blanqui.
En sus escritos "Tesis sobre Feuerbach" (1845), "Miseria de la Filosofía" (1847), el ya aludido "Manifiesto Comunista" y sobre todo "El Capital", Marx y Engels desarrollaron una teoría en la que destacan los siguientes aspectos:
El materialismo histórico
Para el marxismo, son las circunstancias materiales y no las ideas o la voluntad de los hombres las que determinan los hechos históricos. En tal sentido, diferencia entre infraestructura (la economía) y superestructura (la organización del Estado, los aspectos políticos, jurídicos, ideológicos, el pensamiento filosófico, las creencias religiosas, la producción artística, las costumbres, etc).
Entre ambas instancias existe una estrecha relación dialéctica. La infraestructura económica constituye la base de la historia y genera unas determinadas relaciones de producción. Las variaciones en la infraestructura provocan a su vez cambios en la superestructura, pero no de forma mecánica automática, sino que cada instancia ejerce una peculiar influencia sobre la otra. A largo plazo, sin embargo, el papel determinante corresponderá a la infraestructura.
Esta dinámica hay que situarla en el influjo que ejerce sobre el marxismo la teoría del proceso dialéctico de Hegel. Según este filósofo cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su propia contradicción (antítesis). De la pugna entre ambas surge una nueva realidad (síntesis) que implica la superación de las anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.
La humanidad ha pasado por varios estadios con diferentes estructuras y sus propias contradicciones: sociedad comunitario-tribal, esclavista, feudal y capitalista. En ésta última la burguesía ha creado unas condiciones (económicas, legales, unos modos de vida y hasta la religión) que le permiten prosperar material y socialmente, pero a costa del proletariado. Del mayor o menor desarrollo del movimiento obrero depende que la clase trabajadora reconozca cuáles son realmente sus intereses y luche por ellos a través de la acción revolucionaria.
La acumulación del capital
La intensificación de la explotación de los obreros (aumento del ritmo de trabajo, empleo de mano de obra infantil, jornada laboral abusiva, etc.), permiten al capitalista incrementar sus beneficios. Sin embargo, las ganancias se concentran en cada vez menor número de empresarios debido a que una parte de éstos -los menos competitivos- van desapareciendo y engrosando las filas de los desposeídos, el proletariado.
La plusvalía
Podría definirse como la diferencia entre la riqueza producida por el trabajo del obrero y el salario que éste recibe del patrono. Esa remuneración sirve para hacer frente a los gastos de alimentación, vestido y el alojamiento que necesita para subsistir y seguir trabajando pero no satisface el total del valor del trabajo desarrollado. Este hecho conlleva el enriquecimiento del capitalista, producto de la apropiación de parte la actividad realizada. La plusvalía sería por tanto, la parte del trabajo que el empresario deja de satisfacer al trabajador.
La lucha de clases
Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, es decir, por la forma en que los hombres producen mercancías. En el seno de las relaciones de producción, el papel que ocupa cada individuo está determinado por la división del trabajo, es decir, aquellos que desarrollan una misma actividad -y por tanto están sometidos a unas idénticas condiciones- conforman una clase social. Las clases sociales vienen determinadas por el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza. Unos la producen y otros se apropian de una porción de la misma. De esa relación no cabe esperar sino el antagonismo y la hostilidad entre explotados y explotadores.
A lo largo de la historia siempre ha habido clases enfrentadas. En las sociedades esclavistas (Grecia y Roma en la Antigüedad) fueron antagónicos los propietarios libres y los esclavos; en el seno de la sociedad feudal estamental el enfrentamiento se estableció entre nobles y eclesiásticos por un lado y siervos por otro.
En el seno de la sociedad capitalista ocurre igual: la lucha de clases es protagonizada por la burguesía, propietaria de los medios de producción (capital, fábricas, máquinas, transportes, etc.) y por el proletariado que, al disponer únicamente de su fuerza de trabajo, se ve obligado a venderla a cambio de un salario que escasamente sirve para satisfacer la supervivencia.
Los intereses de ambas clases son antagónicos e incompatibles y conducirán indefectiblemente al enfrentamiento. A medida que el capitalismo vaya desarrollándose el número de obreros se incrementará, lo que unido al deterioro de sus condiciones de vida, conducirá a la revolución.
La revolución tendrá como objetivo conseguir una sociedad perfecta donde no existan ni explotadores ni explotados. Para ello será imprescindible la abolición de la propiedad privada, es decir, la socialización los medios de producción, evitando la mera sustitución de los antiguos propietarios por otros nuevos.
La dictadura del proletariado
Una vez que la clase obrera haya tomado conciencia de la explotación y opresión sufre, se organizará en torno a partidos de carácter revolucionario, siendo dirigida por una vanguardia especialmente capacitada y activa, empeñada en planificar la destrucción del sistema capitalista.
Esa acción no debe circunscribirse a un solo país ya que, siendo las condiciones y los intereses de la clase trabajadora idénticos en todo el mundo capitalista, ha de tener un carácter internacional.
A través de la acción revolucionaria los obreros han de derribar el gobierno burgués y sustituirlo por uno de carácter obrero. Ello puede requerir el uso de la violencia, pues los trabajadores se encontrarán con la fuerte oposición de la clase dominante.
Una vez conseguido el control del Estado será necesario salvaguardar las conquistas realizadas mediante el ejercicio de una dictadura de los trabajadores, constituyendo éste el primer paso hacia la consecución de una sociedad comunista sin clases. 
El nuevo Estado que surge de la revolución habrá de suprimir la propiedad privada de los medios de producción (elemento primordial en la explotación de la clase obrera) y sustituirla por la propiedad colectiva de los mismos.
La tesis de la dictadura del proletariado ha sido una de las más controvertidas del marxismo, ya que implica la conquista de una de las claves de la superestructura social: el Estado. El modo de conseguirlo ha sido criticado por algunos autores posteriores a Marx, tildados por los marxistas clásicos de revisionistas.
La sociedad sin clases
Una vez consolidado el nuevo Estado, el peso de éste tenderá a disminuir hasta desaparecer, pues al haber desaparecido las amenazas que pesaban sobre él, el aparato coercitivo dejará de tener sentido y cada individuo trabajará voluntariamente en beneficio de la comunidad.
Las relaciones de producción se habrán transformado y los medios de producción no estarán concentrados en manos de una minoría, sino que serán colectivos. Por lo tanto, ya no habrá ni opresores ni oprimidos, tan sólo una clase social, la trabajadora. En su seno regirá la solidaridad y la armonía entre hombre y trabajo, éste ya no será fuente de sufrimiento y alienación. Se disiparán asimismo las diferencias entre agro y ciudad, entre trabajo manual e intelectual. En suma, se habrá alcanzado una suerte de paraíso en la tierra, el de la sociedad comunista.

El revisionismo marxista
El revisionismo se puede definir como la acción de someter a revisión doctrinas, apreciaciones o prácticas ya establecidas con el objetivo de actualizarlas o modernizarlas.
El marxismo ortodoxo advertía a los obreros sobre el riesgo que constituía el pacto con otras clases sociales ajenas a sus intereses. Prevenía sobre el reformismo político en el seno del Estado capitalista. La razón es que el Estado es el principal instrumento del que se sirve la burguesía para ejercer su dominio social. El único objetivo que el proletariado debe perseguir es la toma del poder mediante la revolución.
Sin embargo, a fines del siglo XIX (a partir de la II Internacional), Eduard Bernstein, miembro del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), desde una postura menos radical y más conciliadora, sostuvo que los partidos revolucionarios podían y debían, según las circunstancias, intervenir en el sistema político democrático y liberal, utilizando como principal arma para conseguir sus aspiraciones, el sufragio universal.
Afirmaba que las predicciones realizadas por el marxismo respecto a la progresiva pauperización de los trabajadores eran erróneas y que los obreros habían mejorado objetivamente su situación respecto a tiempos pretéritos. Se habría de este modo una vía no revolucionaria que perseguía cambios no radicales, sino graduales y pacíficos.
El revisionismo despertó airadas críticas en el seno de los sectores más izquierdistas del marxismo (Rosa Luxemburgo, Lenin, etc.), Sin embargo, jugó un importante papel en la política del siglo XX, muestra de ello es la labor ejercida por partidos hoy plenamente consolidados y activos en Europa, tales como el Partido Laborista Británico, el mencionado Socialdemócrata Alemán (SPD) o el Partido Socialista Obrero Español, entre otros.




TEXTOS PARA ILUSTRAR LA TEORÍA.
Karl Marx. La ideología alemana.
Para vivir hacen falta ante todo comida, bebida, vivienda, ropa y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda la historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas las horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres.
Marx y Engels. Manifiesto Comunista. 1848.
La existencia y la dominación de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y este, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. Los progresos de la industria, cuyo agente involuntario y pasivo es la burguesía, imponen, en vez de aislamiento de los obreros por la competencia, su unión revolucionaria por la organización. Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre las que produce y se apropia de lo producido. Produce, ante todo, a sus propios enterradores. Su caída y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables.
E. Berstein. Socialismo teórico y socialdemocracia práctica. 1900
“A pesar de los considerables esfuerzos que la clase obrera ha hecho desde el punto de vista intelectual, político y económico, desde los tiempos en que Marx y Engels escribían, yo no la considero, incluso hoy, como bastante avanzada para adueñarse del poder político. Creo mi deber decirlo, tanto más por cuanto, en este sentido, viene introduciéndose en la literatura socialista un canto que amenaza con deformar todo juicio sano, y no ignoro que en ninguna parte estaría tan seguro de una apreciación objetiva de mis observaciones como entre los obreros que forman la vanguardia en la lucha por la emancipación de su clase (...). Sólo los literatos que nunca han vivido en el movimiento obrero podrán tener en estas cuestiones una opinión diferente (...).
Debemos tomar a los obreros tal cual son. Y la verdad es que, en general, ni han caído en el pauperismo, como lo preveía el Manifiesto Comunista, ni están tan exentos de prejuicios y de defectos como quisieran hacer creer sus admiradores (...) Esta verdad debería se comprendida, en primer lugar, por aquellos que, en lo concerniente a las proporciones numéricas entre la clase pobre y la clase poseedora, gustan darse a exageraciones fantásticas.”

Rosa Luxemburg. Reforma o revolución. 1899
“La teoría oportunista en el Partido, la teoría formulada por Bernstein, no es más que un intento inconsciente para asegurar el predominio de los elementos pequeñoburgueses que han ingresado en nuestro Partido para cambiar la política y los fines de éste en su provecho. El problema de reforma o revolución, esta última, meta final de nuestro movimiento, es, básicamente, en otras palabras, el problema del carácter pequeñoburgués o proletario del movimiento obrero.
Según Bernstein, la decadencia general del capitalismo parece cada vez más improbable porque, por una parte, el capitalismo muestra una mayor capacidad de adaptación, y por la otra, la producción capitalista se hace más y más variada...
De esta afirmación teórica se deriva la siguiente conclusión general acerca del trabajo práctico de la socialdemocracia. Ésta no debe dirigir su actividad diaria hacia la conquista del poder político, sino hacia el mejoramiento de la condición de la clase trabajadora dentro del orden existente.
La base científica del socialismo descansa, como bien se sabe, en tres hechos principales del desarrollo del capitalismo. Primero, en la creciente anarquía de la economía capitalista, que la lleva inevitablemente a su ruina. Segundo, en la progresiva socialización del proceso de producción, que crea gérmenes del futuro orden social. Y, tercero en la creciente organización y conciencia de la clase proletaria, que constituye el factor activo de la futura revolución. Bernstein desecha el primero de los tres soportes fundamentales del socialismo científico. Afirma que el desarrollo capitalista no conduce a un colapso económico general.”


[1] En el pensamiento hegeliano, hace referencia al proceso de transformación en el que dos opuestos, tesis y antítesis, se resuelven en una forma superior o síntesis. Cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su propia contradicción es decir, su destrucción (antítesis). De la pugna entre ambas surge un nuevo escenario (síntesis) que implica la superación de las anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.
La teoría de Marx y Engels se vio muy influenciada por determinados aspectos de la filosofía hegeliana.

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