martes, 6 de mayo de 2025

CURSO 2024/25. Historia de España. Actividad de introspección histórica. Vivamos nuestra historia desde dentro. Un recorrido por la Historia del siglo XX a través de 6 personajes figurados.

 CURSO 2024/25. Historia de España. Actividad de introspección histórica. Vivamos nuestra historia desde dentro. Un recorrido por la Historia del siglo XX a través de 6 personajes figurados.


 DEBATE ESCENIFICADO: “La Historia en 6 voces”

🔁 Bloques del debate y preguntas orientadoras

Bloque

Tema central

Preguntas

Objetivo

1

II República y  Guerra Civil (1931–  1939)

¿Qué significó la República para ti? ¿Cómo viviste la Guerra Civil?

 Mostrar orígenes   ideológicos y heridas    iniciales

2

Franquismo (1939 –  1975)

¿Qué impacto tuvo el régimen en tu vida? ¿Hubo algo positivo?

  Contrastar memoria de la    represión vs estabilidad

3

Transición (1975 –  1982)

¿Fue una transición justa? ¿Qué se logró y qué se omitió? ¿cuál fue el papel de Suárez, el rey y la UCD? 

  Debatir sobre pactos,       cesiones y falta de justicia

4

Democracia y 1992

¿Qué representa el PSOE y el año 1992 desde un punto de vista personal e histórico para ti?

  Mostrar expectativas y     desilusiones frente al           presente



🎬 Reglas de la dramatización:

  • Cada bloque debe durar entre 5 y 8 minutos.
  • Debe haber mínimo:
    • 2 momentos de conflicto fuerte (interrupciones, críticas directas).
    • 2 momentos de alianza entre personajes inesperados.
  • Al final de cada bloque, uno de los personajes hace una breve conclusión.

✍️ Reflexión Final

Cada alumno, fuera del personaje, responde individualmente:

  • ¿Qué he aprendido sobre la historia reciente de España?
  • ¿Cómo ha cambiado mi percepción sobre alguno de los hechos?
  • ¿Qué significa para mí hoy “memoria democrática”?


1.👤 Don Ramón de la Serna à Fecha y lugar de nacimiento: 1895, Burgos

Militar conservador retirado: de carácter autoritario, nacionalcatólico y defensor del orden tradicional. Socialmente pertenece a la aristocracia militar, firme creyente en la unidad de España y en la colaboración entre Iglesia y Estado.

Relato vital:

Nacido en el seno de una familia de profunda tradición castrense, Don Ramón ingresó muy joven en la academia militar, influido por la figura de su padre, coronel que falleció en Cuba durante la guerra del 98. Aquel trauma marcó su concepción del honor, el deber y la idea de patria. Vivió de cerca la descomposición del sistema liberal durante la Restauración, convencido de que el parlamentarismo sólo generaba caos y decadencia.

Apoyó con entusiasmo la dictadura de Primo de Rivera, convencido de que por fin España recuperaba el rumbo mediante el orden y la autoridad. Tras retirarse del servicio activo en 1930, observó con profundo rechazo la llegada de la II República, a la que consideró una amenaza directa al alma de España: la Iglesia, el Ejército y la familia. Le indignaron medidas como la retirada de crucifijos de las escuelas públicas o la aprobación del divorcio.

En su ciudad, Burgos, participó activamente en tertulias conservadoras y conspiraciones para apoyar un eventual alzamiento. En 1936, cuando comenzó la Guerra Civil, ofreció sus servicios como asesor logístico al bando sublevado. Nunca combatió directamente en el frente, pero desde Valladolid y luego Burgos —sede del gobierno franquista— colaboró en la redacción de informes, incluidos algunos que justificaban ejecuciones sumarísimas por motivos ideológicos, que él consideraba “necesarias para la salvación de España”.

Durante el régimen franquista, se mantuvo en la sombra como figura respetada del estamento militar, asesorando a la Guardia Civil en tareas de contrainsurgencia durante los años 40. Mantuvo estrechos lazos con sectores del Opus Dei y asistió con orgullo al ascenso del “nuevo orden nacional”.

Con la muerte de Franco en 1975, Don Ramón se retiró aún más de la vida pública, profundamente desconfiado del nuevo rumbo político. Despreciaba los Pactos de la Moncloa, el pluralismo partidista y la Constitución de 1978, que veía como una claudicación ante fuerzas “disgregadoras”. En los años 80, desde su casa familiar, seguía defendiendo públicamente “los logros del franquismo: paz, progreso y unidad”. Considera al PSOE una amenaza directa a los valores tradicionales, y el año 1992 le parece símbolo de una España desnortada y sin raíces.

Interacciones clave con otros personajes:

·       Con Clara Vilches (maestra republicana): Desde el primer momento hay enfrentamiento ideológico. Don Ramón la acusa de representar “la utopía destructiva que quiso arrancar a Dios de las aulas”, mientras Clara lo tilda de “representante de un régimen de miedo y oscurantismo”. No llegan a acuerdos, pero exponen bien sus posturas.

·       Con Luis Ortega (universitario de los 70): Desprecia su visión “rebelde y caprichosa”. Le llama “niño mimado de la democracia”, acusándole de no haber vivido las penurias de verdad. Luis, por su parte, le replica acusándolo de “autoritarismo sin alma”.

·       Con Antonio Robles (obrero sindicalista): Aunque están en extremos opuestos, Don Ramón le reconoce cierta disciplina y sentido del deber. “Al menos no sois como esos jóvenes sin rumbo. Vosotros creéis en algo, aunque estéis equivocados”.

·       Con Carmen Ferrer (política socialista): Mantienen una discusión frontal pero más formal. Don Ramón la acusa de querer “borrar a España para convertirla en un país sin alma, al servicio de Bruselas”. Carmen, firme pero serena, le replica: “Usted sirvió a un régimen que cerraba bocas; nosotros abrimos escuelas y hospitales.”

·       Segundo momento con Antonio Robles: En una conversación más calmada, Don Ramón rememora cómo en los años 40 reprimieron a “agitadores” en fábricas. Antonio, visiblemente afectado, responde: “Mi padre fue uno de esos. Nunca volvió a casa.” Por primera vez, Don Ramón guarda silencio.

🗣Frases clave suyas que debes introducir en el debate:

  • “España necesita orden, no experimentos políticos.”
  • “Con Franco, sabíamos a qué atenernos.”
  • “El ejército siempre fue garante de la unidad.”
  • “Lo llaman progreso, pero yo solo veo desarraigo.”
  • “La paz no se negocia, se impone con firmeza.”

 

2. Clara Vilches

Lugar de nacimiento: Cuenca, 1905

Clase social: Media baja (hija de ferroviario)

Ideología: Republicana, laicista, pedagoga progresista

Relato vital:

Clara nació en una familia modesta, pero rica en ideas. Su padre, ferroviario y sindicalista, fue quien le enseñó que la justicia social empieza por el conocimiento. Desde muy joven, Clara sintió que su misión estaba en las aulas. Gracias a una beca, estudió Magisterio en Madrid, donde se empapó de los ideales de la Institución Libre de Enseñanza. Allí aprendió que enseñar no era repetir dogmas, sino abrir ventanas.

Cuando se proclamó la Segunda República en 1931, Clara ya daba clases en una aldea de la sierra conquense. Fue pionera en llevar a sus alumnos la enseñanza mixta, la libertad de pensamiento y el aprendizaje activo. Se incorporó con entusiasmo a las Misiones Pedagógicas, recorriendo pueblos aislados con maletas llenas de libros, marionetas y proyectores.

Durante la Guerra Civil, mientras muchos huían, Clara se quedó. Transformó refugios en aulas improvisadas. Enseñó a leer bajo la amenaza de las bombas, convencida de que incluso en guerra, el conocimiento era un acto de resistencia. Cuando Cuenca cayó en 1937, se refugió primero en Valencia y luego en Barcelona, hasta que en 1939 cruzó la frontera hacia Francia con miles de exiliados.

En el campo de Argelès vivió el frío, el hambre y la humillación, pero también la solidaridad. Desde allí embarcó rumbo a México, donde se implicó en proyectos educativos para los hijos del exilio republicano. Durante décadas enseñó en escuelas comunitarias, escribió cuadernos didácticos y recopiló testimonios del exilio.

Nunca regresó a España mientras Franco vivió. Volvió en 1978, ya jubilada, esperanzada pero herida por el olvido. Nadie la esperaba. Recorrió las calles de su infancia y encontró silencio. Dedicó sus últimos años a recopilar memorias del exilio y a contar su historia en voz baja, para que no se borrara de los libros.

Interacciones clave:

·       Don Ramón de la Serna (el militar): Clara lo identifica como el emblema de aquella España contra la que luchó con libros y tizas. Ramón, por su parte, la acusa de haber sembrado caos disfrazado de modernidad.

👉 Clara responde: “El analfabetismo era más peligroso que cualquier revolución.”
“La escuela que usted desprecia era lo único que protegía a los niños de la ignorancia y el miedo.”

·       Antonio Robles (el obrero sindicalista): Comparten la raíz obrera y el compromiso con la justicia, pero difieren en la vía. Clara cree en la paciencia de la educación; Antonio, en la urgencia de la lucha.

👉 Discuten, pero con respeto. “

§  Antonio, las huelgas cambian leyes; la escuela cambia conciencias.”

§  “Clara, sin pan no hay pupitres.”

·       Luis Ortega (el joven progresista): Luis la idolatra. La ve como un faro moral. Clara lo escucha como quien habla con un nieto rebelde: con cariño, pero también con advertencias. “No olvides que el entusiasmo sin rigor puede ser otra forma de tiranía.”

·       Carmen Ferrer (la política socialista): Cuando Carmen le habla de la ley del divorcio o del sufragio femenino, Clara se emociona:

§  “Tú eres lo que yo soñé en 1931.”

§  Pero también le recuerda: “No olvides a los que murieron por hacerlo posible.”

Frases clave:

§  “Educar no fue mi trabajo: fue mi forma de resistir.”

§  “La educación es la base de la democracia.

§  “Volver fue emocionante, pero también doloroso.”

§  “Nunca olvidaremos a los que murieron por una España libre.”


 

3 🛠️ Antonio Robles à Ideología: Socialista revolucionario, sindicalista combativo

Perfil: Obrero sindicalista

Fecha y lugar de nacimiento: 1922, Sama de Langreo (Asturias)

Clase social: Trabajadora, minera.

Relato vital:

Antonio nació en Sama, en el corazón de la Asturias minera. Su infancia estuvo marcada por el humo de los pozos, la miseria de las familias obreras y los cánticos de lucha que aprendía antes que el catecismo. Hijo de un minero de la UGT y una madre costurera, creció entre reuniones clandestinas, huelgas, y el sonido metálico de los picadores.

En 1934, tenía doce años. La Revolución de Octubre le dejó una huella indeleble: su padre participó en la toma del cuartel de la Guardia Civil en Langreo, y su madre escondió compañeros heridos en casa. Antonio fue testigo del levantamiento y de la brutal represión que siguió. Vio cómo quemaban la Casa del Pueblo, cómo golpeaban a los vecinos. Esa infancia no se olvida.

“Mi escuela fue la revolución. Aprendí que la justicia se arranca, no se espera.”

Durante la Segunda República, se convirtió en aprendiz de electricista en una fábrica de Avilés, y comenzó a organizar pequeños círculos juveniles obreros. En 1936, al estallar la Guerra Civil, con solo 14 años, se alistó como enlace en los batallones obreros. Repartía mensajes entre frentes, transportaba pan, organizaba mítines con obreros mayores. Su juventud no lo libró de ver fusilamientos ni de dormir entre ruinas. Fue testigo del fervor popular pero también del desorden: colectivizaciones apresuradas, ejecuciones sin juicio, disputas entre anarquistas y comunistas.

Cuando cayó Asturias en 1937, fue capturado con su hermano mayor. Pasó por campos de concentración en León y luego fue enviado a una correccional en Valladolid. Salió libre en 1941, pero vigilado. Se trasladó a Bilbao como peón, donde se reencontró con antiguos compañeros de lucha.

Durante los años 50 y 60, se convirtió en un referente clandestino en la reorganización de Comisiones Obreras en el sector metalúrgico. Fue detenido varias veces, sufrió torturas en comisarías franquistas y pasó temporadas en la cárcel de Carabanchel. Nunca delató a nadie.

“Cada golpe me hacía más firme. No podían rompernos a todos.”

Vivió la llegada de la democracia con alegría, aunque no sin escepticismo. Apoyó al PSOE en 1982 con ilusión. Pero en los 80, los cierres de fábricas y la reconversión industrial le dolieron como traiciones. En 1992, ya jubilado, recordaba su vida desde un barrio obrero de Gijón, entre orgullo y rabia.

Interacciones clave:

·       Clara Vilches (la maestra republicana): à Antonio conoció a Clara en su adolescencia, cuando ella llegó con una Misión Pedagógica a Langreo. Le regaló su primer libro sin imágenes. Clara vio en él un joven brillante pero enfadado.

§  Clara: “Educar también es enseñar a canalizar la rabia.”

§  Antonio: “Usted me dio letras, pero fue la mina la que me dio razones.”

  • Don Ramón de la Serna (el militar): à Antonio jamás aceptó la legitimidad de la sublevación. En los debates con Don Ramón, el tono es tenso:

§  Ramón: “La República se devoró a sí misma. Ustedes destruyeron el orden.”

§  Antonio: “¿Y su orden quién lo eligió? ¿Las bayonetas?”

  • Luis Ortega (el joven): à Luis ve a Antonio como un referente. Lo entrevista, lo graba, lo escucha. Pero Antonio es crítico:

§  “No basta con protestar desde el sofá. Nosotros nos jugábamos los dientes.”

§  Luis: “Pero gracias a ustedes, nosotros podemos hablar sin miedo.”

  • Carmen Ferrer (la política socialista): En los 80, Carmen y Antonio coincidieron en actos sindicales. Al principio, complicidad. Luego, distancia.

§  Antonio: “Prometisteis no dejarnos atrás. Y aquí estamos: cerrando talleres.”

§  Carmen: “No todo salió como queríamos, pero sin vosotros, no estaríamos aquí.”

§  Antonio: “Entonces no olvides a quién le debes la silla.”

Frases clave:

ü “Mi escuela fue la revolución. Aprendí que la justicia se arranca, no se espera.”

ü “Sin los obreros, no habría democracia.”

ü “El 92 nos trajo modernidad, pero ¿para quién?”

ü “Cada golpe me hizo más firme. No podían rompernos a todos.”

ü “Nosotros luchamos y paríamos derechos. Hoy los venden en rebajas.”


 

4. Luis Ortega

Perfil: Joven universitario de los 70.- Fecha y lugar de nacimiento: 1955, Madrid

Clase social: Burguesía urbana ilustrada

Ideología: Progresista, marxista-liberal, crítico del sistemaç

RELATO VITAL:

Luis nació en el barrio de Argüelles, en el seno de una familia acomodada y cultivada. Su padre, notario de prestigio, era un hombre metódico, reservado, que evitaba hablar de política tras haber vivido de cerca la Guerra Civil. Su madre, profesora de Lengua y Literatura, era una mujer sensible, amante de la poesía de Antonio Machado y defensora de la educación como ascensor social.

En casa se respiraba cultura, pero también conformismo. La radio sonaba baja, los periódicos se leían con prudencia. “España aún no está preparada”, decía su padre cada vez que alguien mencionaba el exilio o la República. Para Luis, esa falta de memoria era un vacío intolerable.

Fue en el Instituto San Isidro, uno de los más antiguos de Madrid, donde empezó a despertar. Allí leyó por primera vez a Marx, a Marcuse, a Ortega y Gasset. Su profesor de Filosofía lo invitó a pensar, no a repetir. En las tardes, bajaba a la Cuesta de Moyano a comprar libros prohibidos, y en las noches escuchaba a Serrat en voz baja.

“Mi revolución empezó con un libro, no con una piedra.”

En 1973 ingresó en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense. Se unió a círculos culturales, donde se hablaba de política, arte, cine y desobediencia. Descubrió el cine de Buñuel y las teorías de Foucault. Militó en grupos marxistas-liberales y participó activamente en las revueltas estudiantiles del 75, desafiando al SEU, redactando panfletos, organizando huelgas.

La muerte de Franco en 1975 la vivió como un desahogo colectivo. Votó por primera vez en 1977 con esperanza, pero pronto sintió que los pactos de la Transición eran eso: pactos entre élites. No negaba su valor, pero criticaba la falta de justicia hacia las víctimas del franquismo y la continuidad de ciertas estructuras de poder.

En los 80 se lanzó de lleno a la Movida madrileña. Amante del arte y de la experimentación, frecuentaba cafés, salas de conciertos, fanzines. Defendía los derechos LGTB, el feminismo, el ecologismo y una república plural. Rechazaba la nostalgia de izquierda dogmática, pero también el pragmatismo neoliberal.

En 1992, con casi 40 años, trabajaba como profesor en una universidad pública. Escribía artículos críticos en prensa alternativa y participaba en asociaciones de memoria histórica. Para él, el AVE, la Expo o las Olimpiadas eran “fuegos artificiales sin reconciliación real”.

“No basta con modernizar, hay que desenterrar lo que se ocultó.”

Interacciones clave:

  • Clara Vilches (la maestra exiliada): Luis la conoce en los años 80 en un homenaje a exiliados. Se queda embelesado con su relato. La ve como una figura de otra España, íntegra y valiente.

§  Luis: “Usted educó en trincheras, yo apenas grité en asambleas.”
Clara: “Tú haces preguntas que muchos prefieren enterrar. Eso también es educar.”

  • Don Ramón de la Serna (el militar): Luis lo provoca con ironía constante. Lo ve como un vestigio de la España autoritaria, aunque lo escucha con curiosidad histórica.

§  Luis: “¿Todavía firma con pluma de ganso?”

§  Ramón: “Al menos no firmo utopías imposibles.”

§  Luis: “Usted firmó miedo. Nosotros intentamos firmar futuro.”

  • Carmen Ferrer (la política socialista):  Luis la respeta, pero la cuestiona. Le recuerda que la democracia no puede dejar heridas abiertas.

§  Luis: “Tú entraste en el Congreso. Yo sigo en la calle.”

§  Carmen: “Tú puedes hablar gracias a que alguien firmó los pactos.”

§  Luis: “Y otros se tragaron la impunidad.”

  • Antonio Robles (el obrero sindicalista): à Luis lo escucha como quien oye a un padre que no tuvo. Lo admira profundamente, aunque sus mundos sean distintos.

§  Luis: “Usted luchó con los brazos. Yo con palabras. ¿Valen lo mismo?”

§  Antonio: “Si las palabras duelen a quien manda, claro que sí.”

Frases clave:

·       “Mi revolución empezó con un libro, no con una piedra.”

·       “Queríamos libertad, no solo votar cada cuatro años.”

·       “La Transición fue pactada por arriba, no por nosotros.”

·       “Aún hay mucho por hacer para cerrar heridas.”

·       “No basta con modernizar, hay que desenterrar lo que se ocultó.”

 

 

5. Carmen Ferrer.

Perfil: Política socialista

Fecha y lugar de nacimiento: 1965, Murcia

Clase social: Obrera en ascenso

Ideología: Socialdemócrata, institucionalista, feminista

Carmen Ferrer nacida en 1965 en Murcia, vivió de niña los últimos años del franquismo y se forme políticamente en la Transición. Se incorporó al PSOE en los años 80, manteniendo el enfoque en la promoción social a través del esfuerzo obrero y el acceso a la educación pública:

RELATO VITAL:

Carmen nació en 1965 en el barrio murciano de El Carmen, en una familia obrera marcada por la posguerra. Su padre era ordenanza en una oficina pública; su madre, limpiadora en un centro de salud. Ambos habían quedado huérfanos en su infancia, víctimas indirectas de la Guerra Civil y la miseria de la posguerra: su padre perdió a sus padres en un bombardeo en Cartagena; su madre, a los suyos por enfermedad y hambre en la huerta murciana. Nunca hablaron de política en casa, pero su vida entera era una respuesta a ella.

Carmen creció entre el esfuerzo y la discreción. En casa se repetía: “La política no nos importa, ni la entendemos… De eso no se habla, tú estudia y llega a ser alguién.”

Carmen creció entre el esfuerzo, la discreción y un mandato silencioso: “La política no nos importa, ni la entendemos… De eso no se habla. Tú estudia, y llega a ser alguien.” La política, para sus padres, era algo que solo traía problemas. Pero sí tenían claro que la educación era la única herencia que podían dejar.

Gracias a la escuela pública y a las becas, Carmen fue la primera de su familia en llegar a la universidad. Ya en el instituto, vivió el intento de golpe de Estado de Tejero con 15 años, y aquella sensación de peligro la empujó a interesarse por la democracia. En 1983, con 18 años, entró en la Universidad de Murcia a estudiar Derecho. Allí se unió a asociaciones juveniles progresistas y, viendo que el cambio era posible, se afilió al PSOE.

Vivió la Transición no como una épica lejana, sino como una realidad tangible: poder hablar, votar, organizarse… pero sobre todo, que su madre tuviera una pensión, que su barrio tuviera ambulatorio, que los niños como ella pudieran aspirar a más. Se convenció de que la política debía servir para redistribuir oportunidades, y que el camino más justo era a través del fortalecimiento de los servicios públicos y de una fiscalidad progresiva: “Los impuestos bien usados no son un castigo, son un ascensor social.”

Durante los años 80 trabajó desde las bases del partido en campañas vecinales por la mejora de los servicios públicos. Fue elegida concejala con 25 años y desde entonces centró su labor en políticas de igualdad, alfabetización de adultos, atención a mujeres víctimas de violencia y rehabilitación urbana de barrios marginales.

En 1992, como parte del equipo autonómico vinculado a los proyectos culturales de la Expo y otras iniciativas, participó en la proyección exterior de Murcia. Vio ese año como una celebración del camino recorrido, pero también con conciencia de que no todos habían llegado a la meta. A pesar de su lealtad al PSOE, nunca dejó de cuestionar sus errores: la corrupción, el alejamiento de las bases, el giro neoliberal.

Cree en la política institucional, pero no como una meta en sí misma, sino como una herramienta para dignificar la vida de los que menos tienen. Para ella, la educación pública no es solo un derecho, es un deber del Estado con su pueblo. Y una política fiscal justa es el pilar que sostiene esa justicia social.

Interacciones clave:

§  A Don Ramón de la Serna (militar franquista) à  “Mi madre limpiaba suelos que usted pisaba sin mirar. Hoy su nieta puede ser ministra, y la mía también.”

  • Clara Vilches (maestra republicana): -à “Gracias a usted, las hijas de la limpieza pudieron llegar a la universidad. Usted abrió el camino, yo sigo construyéndolo.”
  • Antonio Robles (obrero sindicalista): à “Sin vuestra lucha en las fábricas, no habría escuelas para nuestros hijos. Pero la lucha también se da desde el BOE.”
  • Luis Ortega (intelectual crítico): à “La calle despierta, pero la ley protege. Lo uno sin lo otro se evapora.”

Frases clave:

§  “Mis padres no hablaban de política, pero me enseñaron lo que es justicia.

§   “La educación pública fue mi trampolín: por eso la defiendo con uñas y dientes.”

§  “El PSOE no es perfecto, pero fue el primer partido que entendió a barrios como el mío.”

§   “1992 fue una vitrina. Lo importante es lo que hay detrás: escuelas, hospitales, derechos.”

§  “Democracia no es utopía: es presupuesto, igualdad y responsabilidad.”

 

6.  Ignacio Beltrán de Heredia

ü Nacido en 1958, en Valladolid

ü Conservador moderado, funcionario jurídico

ü Clase media profesional, valores tradicionales adaptados a los tiempos

Durante su infancia (1958–1970, hasta los 12 años) vivió en Valladolid en 1958, en el seno de una familia católica y conservadora. Su padre era funcionario de Hacienda y su madre, ama de casa. Creció en una España en dictadura, pero estable, donde los valores del respeto, el esfuerzo, la disciplina y el orden eran incuestionables. En casa no se hablaba de política en profundidad, pero sí con preocupación cuando surgían tensiones sociales. Su abuelo, militar retirado, le contaba historias de la Guerra Civil desde una perspectiva de defensa del orden frente al caos.

En su adolescencia (1970–1975, 12 a 17 años) fue testigo de los primeros síntomas de apertura del franquismo: el desarrollismo, el turismo, y cierta modernización de las costumbres. Aunque fue educado en colegios religiosos, comenzó a leer prensa y a hacerse preguntas. La muerte de Franco en 1975, cuando tenía 17 años, le provocó una mezcla de temor e incertidumbre. No era franquista, pero sí temía que sin una figura fuerte al frente, el país pudiera volver a una situación caótica.

En su juventud (1976–1983, 18 a 25 años) la Transición le marcó. Con 18 años, votó en el referéndum de 1978. Estudiaba Derecho en la Universidad de Valladolid, donde valoró enormemente el liderazgo de Adolfo Suárez y el papel de la monarquía parlamentaria. La Constitución de 1978 le pareció el gran pacto necesario. No militó en ningún partido, pero se sentía identificado con las posiciones centristas de UCD y luego con el sector más moderado de Alianza Popular.

Durante sus años universitarios y primeros años como funcionario, comenzó a entender la necesidad de reformas sociales. La Ley del Divorcio de 1981 le incomodó inicialmente, lo que le llevó a alejarse de la UCD y acercarse a AP. Más tarde aceptó que era “una necesidad social, aunque dolorosa”. Ingresó como técnico jurídico en la administración pública.

Ya durante la  madurez (1984–1992, 26 a 34 años) vivió los gobiernos de Felipe González, Ignacio siguió trabajando como funcionario en temas administrativos. No era socialista, pero valoraba muchas reformas: la inversión en infraestructuras, la modernización del Estado, la profesionalización de los servicios públicos. La Ley de Igualdad entre hombres y mujeres le pareció arriesgada al principio, pero con los años reconoció que era justa y necesaria.

En 1992, con 34 años, formaba parte del equipo técnico de la administración regional y participó indirectamente en la coordinación de algunos proyectos culturales asociados al espíritu del 92. Vio ese año como la consolidación de una España moderna, europea y reconciliada consigo misma.

Reflexión y presente (1993–actualidad). Con el paso del tiempo, Ignacio ha seguido defendiendo el legado de la Transición. Aceptó también los avances en derechos LGTB, aunque admite que le costó entenderlos del todo: “No es lo que viví, pero no me corresponde juzgar”.

En la actualidad, observa con preocupación el auge de discursos extremistas tanto a izquierda como a derecha. Le recuerdan los excesos de los años 70 y teme que la política se convierta nuevamente en una trinchera. Sigue creyendo en la moderación, el diálogo institucional y el respeto a las reglas democráticas como pilares del progreso.

Interacciones

·       Con Antonio Robles (obrero sindicalista): Ignacio respeta su lucha obrera, pero discrepa del radicalismo. Intenta tender puentes desde una visión pragmática

à  Sé que ustedes lucharon por derechos hoy disfrutamos todos, pero no podemos construir democracia desde el resentimiento.”

Antonio, en ocasiones, lo tilda de tibio: “Los cambios no vienen con prudencia, Ignacio, vienen con coraje.”

·      Con Clara Muñoz (maestra republicana) à Admira su trayectoria, aunque desde posturas diferentes. Reconoce el valor de su entrega: “Usted fue una adelantada a su tiempo, Clara. El Estado moderno debe mucho a maestras como usted.”

§Ella le responde con afecto, aunque irónicamente: “Lástima que nos reconocieran tarde.”

·      Con Carmen Ferrer (socialista institucionalista) à encuentran espacios comunes en el reformismo. Aunque Ignacio siempre prefiere más lentitud, le reconoce méritos: -

§   “Carmen, no compartí todos los métodos del PSOE, pero reconozco que ampliaron derechos sin romper España.”

§  Carmen le replica: “A veces hay que pisar el acelerador si no quieres que te pase la historia por encima.”

·       Con Luis Ortega (progresista crítico, marxista-liberal) à Ignacio lo considera brillante, pero imprudente. Lo provoca con elegancia y se resiste a sus análisis rupturistas:

§  “Luis, su pasión es admirable, pero si todos gobernaran con el corazón encendido, aún estaríamos en guerra.”

§  Luis le responde con mordacidad: “Y si todos con su cautela, todavía estaríamos en 1975.”

·      Con Ramón Galán (franquista nostálgico): aunque fueron cercanos en mentalidad, Ignacio marca distancia:

§   “Ramón, le agradezco lo que defendió en su momento, pero el país que hoy somos no cabía ya en aquel uniforme.”

§  Ramón lo acusa de haberse “contagiado de concesiones”.

Frases representativas para el debate

§  Sobre la Transición:

§  “La Transición fue un milagro político. Yo vi cómo los que se temían aprendieron a escucharse.”

§  “El consenso no es debilidad. Es lo más difícil de lograr cuando hay heridas abiertas.”

§  “Cambiar de régimen sin derramar sangre fue el mayor acto de madurez de este país.”

§  Desde 1992 al presente:

§  “El 92 fue una postal para Europa, pero también el retrato de lo que podíamos ser.”

§  “La igualdad y los derechos no son de izquierdas ni derechas, son señales de civilización.”

§  “Los extremismos de hoy me preocupan. Ya he vivido un país roto y no quiero repetirlo.”

§  “Aceptar un cambio no es claudicar: es entender que los valores pueden adaptarse sin traicionarse.”

§  “A veces llego tarde a los cambios, lo reconozco, pero cuando los comprendo, los defiendo.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario