BACHILLERATO. Historia de España
TEMA 3
EBAU. CASTILLA Y ARAGÓN EN LA BAJA EDAD MEDIA
INTRODUCCIÓN
La Baja Edad Media abarca los siglos XIV y XV.
El desarrollo político y económico de Castilla y Aragón durante estos siglos está
marcado por la conflictividad. Conflictividad entre monarquía y nobleza, entre
nobleza y campesinado, entre patriciado urbano y el común de las ciudades, y
con las minorías étnicas (pogroms antijudíos). Conflictividad agravada por las
circunstancias económicas y demográficas generadas por las consecuencias provocadas
por la peste de 1348 (mortandad, reducción del número de campesinos, “malos
usos”). No obstante, la evolución política y económica de cada reino es
distinta, mientras Castilla evolucionará hacia la consolidación del poder real,
que culminará en los Reyes Católicos, la Corona de Aragón impondrá una
estructura pactista. Resulta una época clave en la que se conforman las
estructuras de los futuros estados que dominarán la península durante la Edad Moderna.
DESARROLLO
LA
CORONA DE CASTILLA
El fortalecimiento de la
autoridad monárquica. El impulso centralizador se apoya en la
delimitación clara de las fronteras,
que adquieren un sentido político, militar y fiscal. El Derecho Romano sienta los principios teóricos en los que se
fundamentan los cambios institucionales. El Ordenamiento de Alcalá, 1348,
confirma el objetivo de imponer un instrumento jurídico común, en el que la
autoridad del rey prevaleciese sobre los fueros municipales y las Partidas.
La
mayor complejidad administrativa exigió la creación de instituciones centrales
de gobierno. En 1385, Juan I constituyó el Consejo Real como órgano consultivo
del monarca en el gobierno y la administración. En las Cortes de Toro (1371)
Enrique II creó la Audiencia, órgano supremo de justicia, integrados por gentes expertas
en derecho (oidores). El poder real requería de un ejército permanente a su
servicio. Juan I, tras la inesperada derrota de Aljubarrota (1385) contra los
portugueses, proyectó la creación de una fuerza permanente (Ordenamiento de
Lanzas de 1390) y Enrique III, en 1401, obligó a las ciudades a mantener un
número fijo de lanceros y ballesteros. Para todo ello se reforzó la Hacienda
Real. El reforzamiento del poder real supuso el fin de la autonomía municipal y
el debilitamiento de las Cortes. Para ello a mediados del siglo XIV se
nombraron regidores (nombrados por el rey con carácter vitalicio para
controlar la administración de los ayuntamientos) y corregidores (oficiales
reales con misión inspectora).
El
proceso culmina con la unificación de las cortes castellano-leonesas a
principios del s. XIV y que al contrario que las de la Corona de Aragón no poseen
facultades legislativas. En definitiva, las Cortes terminaron siendo un órgano
cuyas únicas misiones eran jurar al heredero y votar los servicios solicitados
por el monarca.
Enfrentamientos
Nobleza-Monarquía y entronización de los Trastámara. El
reinado de Alfonso X «el Sabio» (1221-1284), hijo de Fernando III «el Santo», es
la antesala a la Baja Edad Media. García de Cortázar señala tres etapas en la evolución
político-social de la Corona castellano-leonesa en la Baja Edad Media:
La primera etapa (1280-1349)
corresponde a los reinados de Fernando IV y Alfonso XI. Durante las minorías
de ambos monarcas, la nobleza que había rechazado la postura romanista de
Alfonso X, adoptó una actitud levantisca. Finalmente, Alfonso XI la sometió e impulsó la
centralización administrativa mediante el sistema de regimientos y el Ordenamiento
de Alcalá.
En
la segunda etapa (1349-1406)
se produce la violenta reacción de la nobleza ante la postura autoritaria de Pedro
I (1350-1369). El choque dará lugar a la guerra civil, en medio de una
grave crisis económica y demográfica (peste negra, 1348), entre Pedro I y la
mayoría de la alta nobleza que respaldará las pretensiones de los hermanos
bastardos del rey, encabezados por Enrique de Trastámara, al trono de Castilla.
La lucha adquiere el carácter de una contienda internacional enmarcada en la
Guerra de los Cien Años. El triunfo de Enrique II de Trastámara
(1369-1379), tras el asesinato de Pedro I en Montiel (1369), supone la
entronización de una nueva dinastía y el fortalecimiento de la nobleza.
Durante
la tercera etapa (1406-1474)
resurge la pugna entre nobleza y monarquía. El enfrentamiento se acentúa en los
reinados de Juan II (1406-1454) y Enrique IV (1454-1474) y culminará
con la instauración de la monarquía autoritaria de los reyes católicos (1479) y
la unión de las coronas de Castilla y Aragón.
LA
CORONA DE ARAGÓN
Por el contrario, en la Corona de Aragón triunfó la doctrina pactista. La
distinta naturaleza institucional dio lugar a la aparición de una serie de
instituciones que acentuaban y defendían dicha particularidad. Entre ellas
tenemos las figuras del procurador general
y del lugarteniente general (virrey)
que recae normalmente en el heredero. No obstante, Pedro IV (1336-1387) desarrolló
instituciones centrales de gobierno para reforzar el poder regio: la Cancillería y el Consejo Real. Este esfuerzo centralizador y la empresa mediterránea
requirió perfeccionar la Hacienda real. De supervisar la hacienda real se encargaron
el maestre racional y el contador mayor de la Corte, y en cada
territorio se encargó el bayle.
Sin
embargo, las Cortes, mantuvieron sus
funciones en los siglos XIV y XV. De ellas surgió la Diputación, en principio integrada por un grupo de delegados de las
Cortes, cuya misión era asegurar la recaudación de los subsidios votados en
Cortes y velar por los acuerdos adoptados en ellas. Pero más tarde adquieren un
carácter permanente, con amplias funciones, hasta el punto de convertirse en el
órgano administrativo y político fundamental de Cataluña, que recibe el nombre
de Diputación del General o Generalitat.
Más tarde, las Diputación del Reino de Aragón y Valencia siguen el modelo
catalán. Otra institución original, muestra del pactismo, fue el Justicia de Aragón que juzgaba las
disputas entre los nobles.
En cuanto a la
evolución política, el tratado de Almizra (1244) marcó el fin de la
expansión territorial aragonesa por tierras peninsulares y su posterior orientación
hacia el Mediterráneo. Tras la toma de Mallorca (1232) por Jaime I y Sicilia
(1282) por Pedro III el Grande, la nobleza aragonesa se rebela y le exige que
jure el Privilegio General, que contenía demandas sobre exenciones
tributarias, inamovilidad en las tierras recibidas, defensa contra la
arbitrariedad, veto a los judíos para ejercer diversos cargos, etc. Su hijo, Alfonso
III,
fue el primero en cumplir con el juramento, iniciando así la costumbre que se
mantendrá hasta el siglo XVII. Con Jaime
II (1291- 1327) se obtuvieron derechos sobre Córcega y Cerdeña y prosiguió la
expansión por el Mediterráneo: ducados de Atenas y Neopatria (1311-1391). Pedro
IV el Ceremonioso (1336-1387) pudo imponer el autoritarismo regio, pero
el Privilegio General se mantendrá y el papel del Justicia seguirá siendo de
gran importancia. Pese a la expansión, en el reinado de Pedro IV se produjo el bache demográfico
iniciado con la Peste Negra (1348) y la crisis financiera. Situación que se agravó
durante los reinados de Juan I
(1387-1396) y Martín I (1396-1410). La
guerra civil estalló en Cataluña en el reinado de Juan II (1458-1479). En el
fondo latía el enfrentamiento entre el pactismo y el intento de establecer una
monarquía autoritaria. La Capitulación de Pedralbes (1472) sellaba el final de
la guerra a cambio de amplias medidas de amnistía y el respeto a las
instituciones tradicionales.
CONCLUSIÓN
Los últimos monarcas,
Enrique IV de Castilla y Juan II de Aragón, ponen fin a la Edad Media. Castilla
y Aragón se unían por el matrimonio de Isabel y Fernando, pero la unión reunía
a dos coronas con una situación desigual. Mientras Castilla plantea un modelo
unitario que caminará hacia la formación de una monarquía autoritaria, la
corona de Aragón presenta un sistema basado en el pactismo entre las Cortes y
el Rey. Partiendo de esta base, la situación económica de ambas coronas se irá
entremezclando con el devenir político, dando como resultado un reino de
Castilla en donde el rey impone su autoridad en política, legislación y administración
para lo que se atrae a la nobleza ofreciéndole poder socioeconómico; mientras
en Aragón persistirán las estructuras pactistas.
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