Para quienes me preguntan ¿para qué aprender?

"En la ignorancia del pueblo está el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina. Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina: y aquí empiezan a reinar sobre su príncipe. [...] Pueblo idiota es la seguridad del tirano". F. Quevedo

jueves, 19 de mayo de 2022

BACHILLERATO. Historia de España TEMA 3 EBAU. CASTILLA Y ARAGÓN EN LA BAJA EDAD MEDIA

 BACHILLERATO. Historia de España 

TEMA 3 EBAU. CASTILLA Y ARAGÓN EN LA BAJA EDAD MEDIA

INTRODUCCIÓN

 La Baja Edad Media abarca los siglos XIV y XV. El desarrollo político y económico de Castilla y Aragón durante estos siglos está marcado por la conflictividad. Conflictividad entre monarquía y nobleza, entre nobleza y campesinado, entre patriciado urbano y el común de las ciudades, y con las minorías étnicas (pogroms antijudíos). Conflictividad agravada por las circunstancias económicas y demográficas generadas por las consecuencias provocadas por la peste de 1348 (mortandad, reducción del número de campesinos, “malos usos”). No obstante, la evolución política y económica de cada reino es distinta, mientras Castilla evolucionará hacia la consolidación del poder real, que culminará en los Reyes Católicos, la Corona de Aragón impondrá una estructura pactista. Resulta una época clave en la que se conforman las estructuras de los futuros estados que dominarán la península durante la Edad Moderna.

DESARROLLO

LA CORONA DE CASTILLA

El fortalecimiento de la autoridad monárquica. El impulso centralizador se apoya en la delimitación clara de las fronteras, que adquieren un sentido político, militar y fiscal. El Derecho Romano sienta los principios teóricos en los que se fundamentan los cambios institucionales. El Ordenamiento de Alcalá, 1348, confirma el objetivo de imponer un instrumento jurídico común, en el que la autoridad del rey prevaleciese sobre los fueros municipales y las Partidas.

La mayor complejidad administrativa exigió la creación de instituciones centrales de gobierno. En 1385, Juan I constituyó el Consejo Real como órgano consultivo del monarca en el gobierno y la administración. En las Cortes de Toro (1371) Enrique II creó la Audiencia, órgano supremo de justicia, integrados por gentes expertas en derecho (oidores). El poder real requería de un ejército permanente a su servicio. Juan I, tras la inesperada derrota de Aljubarrota (1385) contra los portugueses, proyectó la creación de una fuerza permanente (Ordenamiento de Lanzas de 1390) y Enrique III, en 1401, obligó a las ciudades a mantener un número fijo de lanceros y ballesteros. Para todo ello se reforzó la Hacienda Real. El reforzamiento del poder real supuso el fin de la autonomía municipal y el debilitamiento de las Cortes. Para ello a mediados del siglo XIV se nombraron regidores (nombrados por el rey con carácter vitalicio para controlar la administración de los ayuntamientos) y corregidores (oficiales reales con misión inspectora).

El proceso culmina con la unificación de las cortes castellano-leonesas a principios del s. XIV y que al contrario que las de la Corona de Aragón no poseen facultades legislativas. En definitiva, las Cortes terminaron siendo un órgano cuyas únicas misiones eran jurar al heredero y votar los servicios solicitados por el monarca.

Enfrentamientos Nobleza-Monarquía y entronización de los Trastámara. El reinado de Alfonso X «el Sabio» (1221-1284), hijo de Fernando III «el Santo», es la antesala a la Baja Edad Media. García de Cortázar señala tres etapas en la evolución político-social de la Corona castellano-leonesa en la Baja Edad Media:

La primera etapa (1280-1349) corresponde a los reinados de Fernando IV y Alfonso XI. Durante las minorías de ambos monarcas, la nobleza que había rechazado la postura romanista de Alfonso X, adoptó una actitud levantisca.  Finalmente, Alfonso XI la sometió e impulsó la centralización administrativa mediante el sistema de regimientos y el Ordenamiento de Alcalá.

En la segunda etapa (1349-1406) se produce la violenta reacción de la nobleza ante la postura autoritaria de Pedro I (1350-1369). El choque dará lugar a la guerra civil, en medio de una grave crisis económica y demográfica (peste negra, 1348), entre Pedro I y la mayoría de la alta nobleza que respaldará las pretensiones de los hermanos bastardos del rey, encabezados por Enrique de Trastámara, al trono de Castilla. La lucha adquiere el carácter de una contienda internacional enmarcada en la Guerra de los Cien Años. El triunfo de Enrique II de Trastámara (1369-1379), tras el asesinato de Pedro I en Montiel (1369), supone la entronización de una nueva dinastía y el fortalecimiento de la nobleza.

Durante la tercera etapa (1406-1474) resurge la pugna entre nobleza y monarquía. El enfrentamiento se acentúa en los reinados de Juan II (1406-1454) y Enrique IV (1454-1474) y culminará con la instauración de la monarquía autoritaria de los reyes católicos (1479) y la unión de las coronas de Castilla y Aragón.

LA CORONA DE ARAGÓN

Por el contrario, en la Corona de Aragón triunfó la doctrina pactista. La distinta naturaleza institucional dio lugar a la aparición de una serie de instituciones que acentuaban y defendían dicha particularidad. Entre ellas tenemos las figuras del procurador general y del lugarteniente general (virrey) que recae normalmente en el heredero. No obstante, Pedro IV (1336-1387) desarrolló instituciones centrales de gobierno para reforzar el poder regio: la Cancillería y el Consejo Real. Este esfuerzo centralizador y la empresa mediterránea requirió perfeccionar la Hacienda real. De supervisar la hacienda real se encargaron el maestre racional y el contador mayor de la Corte, y en cada territorio se encargó el bayle.

Sin embargo, las Cortes, mantuvieron sus funciones en los siglos XIV y XV. De ellas surgió la Diputación, en principio integrada por un grupo de delegados de las Cortes, cuya misión era asegurar la recaudación de los subsidios votados en Cortes y velar por los acuerdos adoptados en ellas. Pero más tarde adquieren un carácter permanente, con amplias funciones, hasta el punto de convertirse en el órgano administrativo y político fundamental de Cataluña, que recibe el nombre de Diputación del General o Generalitat. Más tarde, las Diputación del Reino de Aragón y Valencia siguen el modelo catalán. Otra institución original, muestra del pactismo, fue el Justicia de Aragón que juzgaba las disputas entre los nobles.

En cuanto a la evolución política, el tratado de Almizra (1244) marcó el fin de la expansión territorial aragonesa por tierras peninsulares y su posterior orientación hacia el Mediterráneo. Tras la toma de Mallorca (1232) por Jaime I y Sicilia (1282) por Pedro III el Grande, la nobleza aragonesa se rebela y le exige que jure el Privilegio General, que contenía demandas sobre exenciones tributarias, inamovilidad en las tierras recibidas, defensa contra la arbitrariedad, veto a los judíos para ejercer diversos cargos, etc. Su hijo, Alfonso III, fue el primero en cumplir con el juramento, iniciando así la costumbre que se mantendrá hasta el siglo XVII. Con Jaime II (1291- 1327) se obtuvieron derechos sobre Córcega y Cerdeña y prosiguió la expansión por el Mediterráneo: ducados de Atenas y Neopatria (1311-1391). Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387) pudo imponer el autoritarismo regio, pero el Privilegio General se mantendrá y el papel del Justicia seguirá siendo de gran importancia. Pese a la expansión, en el reinado de Pedro IV se produjo el bache demográfico iniciado con la Peste Negra (1348) y la crisis financiera. Situación que se agravó durante los reinados de Juan I (1387-1396) y Martín I (1396-1410). La guerra civil estalló en Cataluña en el reinado de Juan II (1458-1479). En el fondo latía el enfrentamiento entre el pactismo y el intento de establecer una monarquía autoritaria. La Capitulación de Pedralbes (1472) sellaba el final de la guerra a cambio de amplias medidas de amnistía y el respeto a las instituciones tradicionales.

CONCLUSIÓN

Los últimos monarcas, Enrique IV de Castilla y Juan II de Aragón, ponen fin a la Edad Media. Castilla y Aragón se unían por el matrimonio de Isabel y Fernando, pero la unión reunía a dos coronas con una situación desigual. Mientras Castilla plantea un modelo unitario que caminará hacia la formación de una monarquía autoritaria, la corona de Aragón presenta un sistema basado en el pactismo entre las Cortes y el Rey. Partiendo de esta base, la situación económica de ambas coronas se irá entremezclando con el devenir político, dando como resultado un reino de Castilla en donde el rey impone su autoridad en política, legislación y administración para lo que se atrae a la nobleza ofreciéndole poder socioeconómico; mientras en Aragón persistirán las estructuras pactistas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario