Para quienes me preguntan ¿para qué aprender?

"En la ignorancia del pueblo está el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina. Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina: y aquí empiezan a reinar sobre su príncipe. [...] Pueblo idiota es la seguridad del tirano". F. Quevedo

domingo, 7 de marzo de 2021

HISTORIA DE ESPAÑA. TEMAS EBAU UNIVERSIDAD DE MURCIA. SIGLO XIX.- TEMA 3: REVOLUCIÒN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II. CARLISMO Y GUERRA CIVIL. CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO LIBERAL.

HISTORIA DE ESPAÑA. TEMAS EBAU UNIVERSIDAD DE MURCIA. 

SIGLO XIX.- TEMA 39: REVOLUCIÒN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II. CARLISMO Y GUERRA CIVIL. CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO LIBERAL.

INTRODUCCIÓN.

Entre 1833 y 1868 se produce el triunfo de la revolución liberal burguesa en España. Fue un proceso largo, complejo y violento por la resistencia del absolutismo. Los cambios fueron visibles. En lo político con constituciones, limitación del poder regio, partidos políticos, elecciones, etc. En lo económico con la aparición de estructuras capitalistas que modifican la propiedad de la tierra (desamortizaciones), con la aparición de la industria y la banca moderna, con el desarrollo de la minería y con la emigración a las ciudades. En lo social con la aparición de una sociedad de clases en la que la burguesía, enriquecida por las desamortizaciones, la industria, el comercio y las actividades financieras, se convierte en la clase dominante. 

La inestabilidad de este período se explica por la existencia de diferentes partidos. El Partido Moderado representa los intereses de la nobleza, el clero y alta burguesía (grandes empresarios y terratenientes). Defiende los poderes del rey, el sufragio censitario, al clero y a la Iglesia, la restricción de los derechos y el proteccionismo económico. Sus líderes fueron Martínez de la Rosa, Bravo Murillo y el general Narváez. El Partido Progresista representa a las clases medias urbanas e intelectuales. Defienden la idea de soberanía nacional, la ampliación de los derechos ciudadanos, la extensión del sufragio, la limitación del poder del rey, la libertad de cultos y el liberalismo económico. Progresistas fueron Mendizábal, Calatrava, Madoz y el general Espartero. Otros partidos fueron la Unión Liberal del general O´Donell, de centro-derecha (con protagonismo al final del reinado de Isabel II), el Partido Demócrata (escisión del progresismo que defiende el sufragio universal) y de él nacerán los republicanos. Contrarios al sistema se sitúan los Carlistas, que engloban a una parte de la nobleza rural, a gran parte del clero y a una amplia base campesina de las zonas rurales del País Vasco, Nava­rra y parte de Cataluña, Aragón y Valencia. Sus lemas son "Dios, Patria, Rey y Fueros", defienden la legitimidad de la monarquía absoluta, la preeminencia de la Iglesia católica y la conservación de un sistema foral.

DESARROLLO.

En 1833 muere Fernando VII. La Pragmática Sanción, que eliminaba la Ley Sálica, da inició a la Regencia de María Cristina (1833-1840). Isabel tenía 3 años. El hermano del rey, D. Carlos reclama sus derechos dinásticos (Manifiesto de Abrantes) y se autoproclama rey. Comienza la Primera Guerra Carlista (1833-40) que enfrentó al bando isabelino (respaldado por las clases medias urbanas y los empleados públicos, la alta burocracia, mandos del ejército, jerarquía eclesiástica, alta nobleza y grandes burgueses, así como por los liberales) con el  bando carlista, defensor del absolutismo, de la Iglesia y de los fueros, apoyado por el clero más tradicional y los pequeños campesinos de las Vascongadas, Navarra, Aragón y la Cataluña interior afectados las medidas del liberalismo económico.

En una primera fase la guerra fue favorable a los carlistas, gracias al conocimiento del terreno. Tras el fracasado sitio de Bilbao (1835) y la muerte de Zumalacárregui la dinámica cambio. La guerra se extendió a zonas catalanas y valencianas. Los carlistas intentaron romper su aislamiento mediante expediciones al sur, pero sin apoyo los núcleos carlistas permanecieron inconexos. Su agotamiento provocó su división entre intransigentes, partidarios de seguir la guerra, y moderados. Las negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el Abrazo de Vergara (1839) que marcó el fin de la guerra. El acuerdo buscaba la reconciliación, por eso facilita la reinserción de los oficiales carlistas en el ejército español y mantiene los fueros vascos y navarros. La resistencia carlista quedó limitada al Maestrazgo donde Ramón Cabrera resiste hasta que mayo de 1840 Espartero toma Morella, último foco carlista.

Entre 1833 y 1835, para contar con el apoyo de los liberales, la regente nombró jefe de gobierno al moderado Martínez de la Rosa. Se abolieron los gremios, se liberalizó el comercio y la industria y se redactó una Carta Otorgada (Estatuto Real de 1834). El descontento progresista provocó una serie de revueltas que llevaron al gobierno a Mendizábal (1835), quien dio paso a la Desamortización Eclesiástica, a la reorganización administrativa y a la Constitución de 1837, que si bien imponía el principio de soberanía nacional, una amplia declara­ción de derechos (libertad de prensa, de opinión, de asociación, etc.) la división de poderes y la ausencia de confesionalidad católica del Estado), en contrapartida aceptaba del liberalismo doctrinario (conservador) el poder moderador de la Corona, mantenía una cámara alta (Senado) de carácter conservador y un sistema ­electoral censitario muy restringido (entre el 2 y el 4% de la población con derecho a voto).

La victoria electoral de los moderados en 1837, con apoyo de María Cristina, provocó nuevas revueltas progresistas. Mª Cristina renuncia y se nombra regente a Espartero, quien durante su Regencia (1840-1843) gobernó de manera autoritaria. La dura represión (bombardeo de Barcelona) para reprimir las protestas por el permiso concedido a la importancia de algodón inglés, le granjeó una fuerte oposición incluso dentro de su propio partido, por lo que tuvo que dimitir y exiliarse. Ante las dificultades de encontrar otro regente, las cortes proclaman reina a Isabel II en 1843 con tan solo 13 años, comienza así la etapa de la mayoría de edad de ISABEL II (1843-1868).

Los moderados liderados por Narváez gobernaron durante la década moderada (1844-1854). Se sientan las bases del estado liberal. Se elabora la Constitución de 1845 que recoge las ideas del moderantismo: rechazo de la soberanía nacional, sustituida por la soberanía conjunta del Rey y las Cortes; am­pliación de los poderes de la reina frente a las Cortes (nombrar ministros, disol­ver las Cortes y nombrar miembros del Se­nado); exclusividad de la religión católica y mantenimiento de su cul­to y clero; Ayuntamientos y Diputaciones sometidos a la Administración central; supresión de la Milicia Nacional; restricción del derecho de voto, y aunque se mantenía la Declaración de Dere­chos de la Constitución de 1837, éstos se regulan por leyes muy restrictivas. Se reforzó la centralización del Estado con la creación de la Guardia Civil, las reformas fiscales, el nuevo código penal y se firmó el Concordato con el Vaticano (1851).

El descontento progresista, liderado por O’Donell, provocó un levantamiento en Vicálvaro (1845) y la elaboración del Manifiesto de Manzanares de Cánovas del Castillo. Comienza el bienio progresista (1854-1856). La reina llamó a Espartero, quien intentó restablecer los principios de la Constitución de 1837, reanudó las desamortizaciones (Madoz, 1855) y fomentó la construcción del ferrocarril. Las medidas fueron insuficientes y la tensión social (revueltas obreras en Barcelona y campesinas en Castilla) provocan su dimisión en 1856.

Se inicia una época de alternancia entre unionistas y moderados (1856-1868). O’Donell (Unión Liberal) pretende mantener el orden y continuar con las medidas progresistas, pero Isabel apoya a los moderados y da el gobierno a Narváez, que pone fin a las desamortizaciones y a las reformas progresistas. A partir de 1866 la tensión social, el avance obrero y el descrédito de la monarquía fomentado por la grave crisis económica y financiera, generan fuertes revueltas. En el Pacto de Ostende las diferentes tendencias progresistas y demócratas se unen. A la muerte de Narváez y O’Donell, estalla la revolución de 1868, lo que aprovecharan para forzar la marcha de la reina.

CONCLUSIÓN: El reinado de Isabel II abrió la puerta al liberalismo en España. Fue el primer reinado en el que se impusieron los principios plenamente liberales, aunque a veces fue muy restringido. También se realizó un intento de modernizar el país a través de las desamortizaciones, el comienzo de la industrialización y la implantación del ferrocarril. No obstante, el paso hacia el liberalismo fue lento y tortuoso, siempre con un claro dominio moderado, y las reformas emprendidas no sirvieron para acabar con los problemas del campo ni con la precaria situación de los trabajadores. Por ello, el descontento de la sociedad y de los liberales progresistas abrió paso a la Revolución de 1868 y a la caída de la dinastía borbónica.

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