Para quienes me preguntan ¿para qué aprender?

"En la ignorancia del pueblo está el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina. Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina: y aquí empiezan a reinar sobre su príncipe. [...] Pueblo idiota es la seguridad del tirano". F. Quevedo

viernes, 21 de diciembre de 2018

Oposición Geografía e Historia. Historia de España: Proceso de romanización.


EL PROCESO DE ROMANIZACIÓN
La “romanización” es el proceso de transformación gradual de los pueblos prerromanos que habitaban en la Península en ciudadanos del Imperio Romano y la asimilación por éstos de sus costumbres, organización política (provincias), jurídica (Derecho romano), social y, muy especialmente, la lengua (el latín). 
- Organización político-administrativa.- Hispania fue dividida inicialmente en dos provincias: la Citerior y la Ulterior, tomando como línea divisoria el eje León-Mazarrón. Posteriormente, en el siglo III d.C. se subdividió en cinco provincias: Tarraconensis, Cartaginensis, Baetica, Lusitania y Gallaecia. Aún se añadieron dos posteriormente, la Balearica y la Mauritana-Tingitana. Cada una de las provincias era gobernada por un pretor asesorado por el Consilium. Se subdividían en conventos jurídicos como centros judiciales. Para la cuestión hacendística estaba el cuestor, que elaboraba el censo que controlaba los impuestos. 
- Vías de comunicación.- Con el objeto de controlar su amplio territorio, Roma se dotó de una excelente red de comunicaciones. En Hispania las vías principales eran la Augusta (Valle del Guadalquivir-Italia) y la Vía de la Plata (Gadir-Huelva, Mérida- Astorga). Estas calzadas se convirtieron en ejes comerciales, pues enlazaban zonas y ciudades del interior entre sí y de éstas con los puertos. Numerosos puentes de la época permitían salvar los obstáculos naturales por donde transcurrían las carreteras romanas. 
- La ciudad.- En el mundo romano las ciudades se convirtieron no sólo en centros político-administrativos, sino también económicos, sociales, culturales… Se revitalizaron las ciudades fundadas por los colonizadores y los indígenas, y nacieron otras nuevas. Pero no todas poseían el mismo status. Podemos distinguir: 
- Colonias: Son fundaciones romanas a imagen de la Urbe: Barcino, Tarraco, Emerita Augusta, Caesar Augusta, Bilbilis, Hispalis, Italica. Muy populosas algunas, en ellas se elevaban multitud de edificios administrativos, teatros, coliseos, acueductos y otros de utilidad pública. 
- Ciudades estipendiarias: Tomadas por la fuerza, por ello estaban obligadas a pagar un estipendio o tributo, y sometidas fuertemente al pretor, máxima autoridad romana. 
- Federadas: Conservaban sus derechos, pero estaban obligadas a prestar auxilio a Roma y facilitar víveres para el ejército. 
- Inmunes: Disfrutaban de gran autonomía y estaban exentas de pagar impuestos. 
- Organización económica: El aumento de la producción agrícola y del comercio redundó en un crecimiento de la población peninsular (7 millones de habitantes). La tierra era símbolo de prestigio y riqueza. Se crearon grandes latifundios en manos de la aristocracia senatorial y se repartieron tierras entre colonos (antiguos soldados, por lo común, de origen italiano), lo que supuso un crecimiento de la producción agrícola. Aumentaron los regadíos (canales de Murcia y de Valencia), utillaje agrícola más moderno, nuevas técnicas de cultivo (abonos, rotaciones). Hispania se convirtió en colonia comercial respecto a la metrópoli: exportaba al resto del Imperio vinos, aceite de oliva, minerales y esclavos; a cambio, importaba productos manufacturados: cerámica, tejidos y objetos de lujo. Las ricas minas peninsulares pasaban a propiedad del estado: las del oro del Noroeste, plomo de Sierra Morena, plata y cobre de Cartagena, cobre de Riotinto y mercurio de Almadén. 
- Organización social: El Imperio Romano era una sociedad esclavista muy jerarquizada y con distintos grados de derechos políticos y jurídicos. Entre la población libre encontramos: el orden senatorial (senadores latifundistas), el orden ecuestre (puestos intermedios de la administración y dueños de negocios), los decuriones (burguesía urbana) y la plebe (trabajadores). No obstante, siendo libres, no todos poseían los mismos derechos. Hay ciudadanos romanos, latinos y súbditos del Imperio. Conforme avanza el tiempo, tienden a unificarse, culminando este proceso por la Constitutio antoniniana (Caracalla, 212 d.C.), que concede la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio. En el último peldaño de la escala social estaban los esclavos, sin derecho alguno, la mayoría procedente de los ejércitos vencidos por Roma. 
- Religión, cultura y arte: La importación a la Península de los cultos romanos contribuyó a la romanización, aunque sus dioses tuvieron que coexistir con un abigarrado politeísmo de origen indígena, fenicio, griego y otros cultos, novedosos en esta área del Mediterráneo, de origen oriental. Más tarde llegó el Cristianismo, que en un largo proceso de tres siglos fue creciendo hasta convertirse en religión oficial de todo el Imperio, y de Hispania por tanto: otro lazo común con Roma. 
Quizás el hecho romanizador más evidente fue la implantación del latín, traído por soldados y comerciantes. De él derivarían nuestras lenguas, y sólo el vasco, atrincherado tras las montañas del Norte, pudo pervivir como lengua no romance. 
Prueba de esta romanización reseñada, numerosos personajes públicos de alto nivel nacieron en nuestro suelo: emperadores (Trajano, Adriano, Teodosio), filósofos (L.A. Séneca), historiadores (Lucano), geógrafos (Mela), Marcial el epigramista, etc. 
Restos del dominio romano se conservan por doquier en infinidad de obras públicas: acueductos (Segovia), murallas (Lugo), puentes (Alcántara), teatros (Mérida, Sagunto, Cartagena), anfiteatros (Itálica), monumentos funerarios (Torre de los Escipiones), arcos de triunfo (Bará, Medinaceli), templos (de Diana en Mérida), etc.



LA CRISIS DEL SIGLO III: EL RURALISMO: Durante el siglo III el Imperio Romano entra en un periodo de crisis en todos los ámbitos debido a la dificultad de administrar territorios tan amplios como había logrado conquistar en épocas precedentes. Los elementos que caracterizan esta crisis son: debilitamiento del poder imperial (emperadores militares), con la consiguiente autonomía de los gobernadores provinciales; revueltas campesinas; guerras civiles localizadas; presión de los pueblos bárbaros, etc. 
Diocleciano intentó atajar la crisis mediante una nueva división territorial-administrativa, pero el enorme peso impositivo del estado llevó a los grandes propietarios rurales a huir a sus villas. Las ciudades comenzaron a decaer y, debido a la inseguridad reinante, el pueblo buscó la protección de esos terratenientes a cambio de entregarles sus tierras y/o trabajo. Es el sistema de colonato, antecedente del feudalismo. Esta ruralización atentaba contra las bases del Imperio y de todo el sistema esclavista que lo caracterizó (los esclavos ya no son rentables y el Cristianismo además critica su existencia). Paralelamente a este proceso, los pueblos germanos (“bárbaros”) van infiltrándose en el territorio imperial, pacíficamente unas veces (como federados de Roma) o de forma violenta.

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