Para quienes me preguntan ¿para qué aprender?

"En la ignorancia del pueblo está el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina. Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina: y aquí empiezan a reinar sobre su príncipe. [...] Pueblo idiota es la seguridad del tirano". F. Quevedo

domingo, 15 de marzo de 2015

Historia de España. Al-Ándalus: Bobastro: 880-912

Bobastro (hoy municipio de Ardales) se localizaba en un terreno montañoso y escarpado, al norte de la provincia de Málaga, donde Omar Ben Hafsún estableció la capital de sus dominios, en el año 880, al sublevarse contra el emir de Córdoba.


Omar Ibn Hafsún nació a finales del siglo IX, en el seno de una familia hispano-visigoda acomodada, convertida al Islam dos generaciones antes. Su leyenda empieza, en su juventud, con una supuesta acusación de asesinato, lo que le obligó a escapar, refugiándose en las montañas de Málaga, su tierra natal.


Una profecía origina una vasta rebelión

 
Pronto autoexiliado al Magreb, allí un anciano le profetizó un destino glorioso, como líder de una gloriosa revuelta contra los Omeyas cordobeses, si regresaba a su país. Armándose de valor, y posiblemente acompañado de algunos aventureros, cruzó el mar y fue acogido nuevamente entre sus familiares, en secreto. Con la inestimable ayuda de unos tíos, pudo reclutar un pequeño ejército, compuesto en principio por criados y siervos, a los que luego, rápidamente, se unirían numerosos forajidos y descontentos en general con el gobierno Omeya de Córdoba.


La ferviente actividad de Ibn Hafsún, canalizada en forma de guerrillas y acciones de bandolerismo, se extendió por toda la Serranía de Ronda, los Montes de Málaga y la comarca de la Axarquía. Tras muchas peripecias, logró adueñarse de varios husun (“castillos” o “fortines”) a gran altura, eligiendo el mejor defendido, el de Bobastro (actual municipio de Ardales), como sede de su poder político.


Desde aquella inexpugnable fortaleza de Bobastro, auténtico “nido de águilas” situado en las escarpadas cumbres serranas malagueñas, organizó en adelante, con mayor intensidad que nunca, una campaña militar destinada a debilitar el Emirato cordobés. Actividad guerrillera que se materializó, por añadidura, en constantes y devastadoras razzias contra objetivos estratégicos, fundamentalmente poblaciones prósperas del rico Valle del Guadalquivir, las zonas costeras de Málaga, y tierras de Granada, de donde obtendría no sólo abundante botín, sino también nuevos partidarios para su causa.


La reacción de Córdoba


Córdoba se mostró totalmente incapaz, entonces, de reaccionar ante la rebelión de Ibn Hafsún, máxime cuando se produjo el convulso interregno de dos años de Al-Mundhir en el trono emiral. Pero éste murió prematuramente, supuestamente víctima de una conjura palatina, envenenado por su hermano ‘Abd-Allah, que sería nombrado nuevo emir.


La llegada de ‘Abd-Allah al trono se produjo en el momento en que la rebelión hafsunita había logrado mayor extensión, controlando amplias regiones de Andalucía. “Hacia el año 890, en la cima de su poder, (Ibn Hafsún) controlaba directamente toda la zona montañosa entre el mar y el Valle del Guadalquivir, e incluso algunas localidades importantes del llano, como Écija”, a apenas cincuenta kilómetros de Córdoba (Pierre Guichard, en Pierre Bonassie et alii., Las Españas medievales, RBA, Madrid, 2004, p. 76).

Sucede aquí un suceso lleno de significados variados y sonoras consecuencias de difícil interpretación: Omar Ibn Hafsún, en el 899, reniega del Islam y retorna a la fe cristiana de sus bisabuelos. Este hecho demuestra por un lado la todavía amplia presencia de comunidades mozárabes (cristianos viviendo en tierras musulmanas) en la Málaga rural, muy activas y dinámicas, y radicalmente opuestas al dominio islámico. Comunidades postergadas por los gobernantes que, por el carácter anti-Omeya de la rebelión, decidieron unirse a la revuelta, y que a la larga tuvieron gran influencia sobre el líder rebelde (quizás convenciendo a su señor de lo potencialmente ventajoso de una conversión suya al Cristianismo).


Sin embargo, dicha conversión debió suponer, al mismo tiempo, la defección de gran parte de los musulmanes andaluces que hasta entonces habían apoyado al rebelde. Muchos islámicos, como los bereberes y los muladíes (“neomusulmanes”, conversos o hijos de conversos al Islam, entre los cuales se encontraba el mismo Ibn Hafsún), considerados “ciudadanos de segunda” por la rancias élites árabes y sirias, estarían sin duda descontentos con la política fiscal abusiva y la pésima administración del emirato Omeya, y por eso se hicieron partidarios de la sublevación; pero en el fondo, pese a todo, la mayoría seguirían siendo fieles mahometanos, y la cristianización de su caudillo debió entenderse probablemente como una traición.


Así, si con el bautismo cristiano, Ibn Hafsún se ganó a los mozárabes, perdió a la par una cantidad aún mayor de partidarios muladíes y musulmanes devotos, que hasta entonces formaban lo mejor de las filas de su ejército. La decisión, entonces, puede ser vista como un nefasto error político o táctico, fruto posiblemente de una mala interpretación, por parte del cabecilla rebelde, de las verdaderas aspiraciones de sus seguidores, aunque tampoco hay que descartar el hecho de que, efectivamente, se tratara de una conversión sincera a la nueva fe.


Con todo, ‘Abd-Allah siguió sin lograr dar la puntilla a su enemigo; incluso, viendo que no lograba vencerlo por las armas, trató varias veces de ganárselo, ofreciéndole cargos políticos en algunas ciudades importantes, o alianzas familiares, a cambio de olvidarlo todo y acabar con una guerra interna que se prolongaba más de la cuenta y que, además, socavaba la base misma de la estabilidad de Al-Ándalus.


Declive y derrota de Ibn Hafsún


‘Abd-Allah falleció en el año 912, siendo sucedido por su nieto ‘Abd al-Rahmán (llamado Abderramán III en las crónicas castellanas), sabio líder, carismático, poderoso; un astuto político y hábil estratega. Este soberbio personaje, que pocos años después (929) se proclamará primer Califa de Córdoba, iniciando el período califal en Al-Ándalus, logrará poner punto y final a la rebelión de Ibn Hafsún.


Aprovechando las debilidades internas de su opositor (pérdida de partidarios muladíes y proislámicos, reducción de su ejército a una ínfima parte de lo que fue), y desplegando un gigantesco ejército, logró acorralar a su rival político, tras una ambiciosa campaña militar de dos años, en su fortaleza-capital de Bobastro. Allí, Ibn Hafsún murió, desmoralizado y olvidado por casi todos, en el año 917.


Y once años después (928), Abderramán III logró acabar definitivamente con los últimos conatos de resistencia, restaurando el poder central en todos sus estados. Los mozárabes, como es lógico, fueron severamente reprimidos por la autoridad cordobesa, aunque sólo en un primer momento, pues más adelante el recién proclamado Califa trató de mostrarse magnánimo y justo con sus súbditos, independientemente de su religión.

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