Manuel Ansede, DIARIO “El País”, 9 AGO 2017 - VER ENTRADA AL DIARIO
El hallazgo de un cráneo de 13 millones
de años en Kenia enciende el debate sobre nuestro origen
Tenía el tamaño de un limón. El joven local John Ekusi,
que se ganaba las habas como cazador de fósiles, acababa de extraer de la
tierra algo parecido a un cráneo diminuto, en un yacimiento desértico y olvidado al oeste del lago Turkana, en Napudet (Kenia). Era un día de
septiembre de 2014. Hoy, un equipo de
científicos anuncia que ese cráneo, de 13 millones de años, “revela
el posible aspecto del ancestro común de los humanos y de todos los simios
vivos”, según un
comunicado del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig
(Alemania).
“Es la primera prueba de cómo nosotros, como seres
humanos, y nuestra familia directa, es decir los grandes
simios y los gibones, empezamos a evolucionar como un grupo distinto, separado
de los monos”, sostiene el paleontólogo neerlandés Fred Spoor, líder de la
investigación junto al keniano Isaiah Nengo. Su equipo ha bautizado la nueva
especie Nyanzapithecus alesi,
empleando la palabra ales, que en el dialecto local
significa ancestro.
Del individuo de
Napudet
—denominado cariñosamente Alesi, a secas, por los investigadores—
solo se ha encontrado su cráneo
fosilizado, el más completo de un simio extinto descubierto hasta la fecha.
Los científicos explican que era una
cría, de unos 16 meses, que quizá murió sepultada por una erupción
volcánica. El hallazgo, publicado hoy en la revista Nature, es muy relevante, porque cubre un
gran vacío de fósiles de una época, el Mioceno, en la que surgieron como setas
múltiples especies de simios y nuestros ancestros. Pero varios expertos
independientes piden cautela.
“Es un hallazgo fantástico, pero los autores van demasiado
lejos en su interpretación”, opina Salvador Moyà Solà, director del Instituto
Catalán de Paleontología. A su juicio, un cráneo de un individuo infantil, sin
otros huesos, es insuficiente para proclamar su lugar exacto en la evolución.
“La batalla ahora es intentar averiguar cuál de los taxones fósiles conocidos
es el más cercano al antepasado común de los humanos y los grandes simios”,
señala.
Moyà Solà tiene su propia candidata
en esta pelea. En 2015, su equipo presentó en la revista Science
los restos de Laia, una hembra adulta de un hominoideo
extinto que vivió hace unos 12 millones
de años. Los hominoideos son un grupo de primates sin cola que incluye al
ser humano y a los simios antropomorfos, tanto a los pequeños (los gibones)
como a los grandes (orangutanes, gorilas, bonobos y chimpancés). Su antepasado
común debió de existir hace entre 15 y 20 millones de años, según los análisis
de ADN.
Laia, cuyos huesos fósiles aparecieron en
un vertedero de Els Hostalets de Pierola (Barcelona), “se acercaba más sin
lugar a dudas” a la morfología del ancestro común, según Moyà Solà. Para el
paleontólogo, la especie de Laia, Pliobates cataloniae,
sugiere que el último ancestro común de los hominoideos actuales pudo ser más
similar a los gibones que a los grandes antropomorfos, como gorilas y
chimpancés.
“Es muy atrevido decir que el Nyanzapithecus alesi
está cerca del ancestro común”, coincide la paleoantropóloga boliviana Marcia
Ponce de León, experta en la evolución de los hominoideos. Los descubridores
del nuevo fósil afirman que su hallazgo, en cualquier caso, apuntala la teoría
de que el ancestro de simios y humanos se originó en África, no en Eurasia,
como defienden otros especialistas. Para Ponce de León, investigadora de la
Universidad de Zúrich (Suiza), no está tan claro.
“En el mismo periodo de tiempo, hace
entre 20 y 10 millones de años, hay fósiles en Asia. No se puede decir que el
origen es africano y que Nyanzapithecus alesi es similar al
ancestro común, porque es un fósil más entre tantos”, advierte la científica.
Ponce de León recuerda la tremenda penuria de datos —los simios eran poco
abundantes y sus huesos fosilizaban mal en selvas húmedas— y la inmensa
dificultad para interpretarlos. “Es imposible postular cuál fue el ancestro
común”, zanja.
El equipo de Spoor ha exprimido científicamente el cráneo
de Alesi. Los investigadores llevaron los restos fósiles al
Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón, en Grenoble (Francia). Allí, los
científicos iluminaron lo que queda de Alesi con rayos X 100.000 millones de
veces más brillantes que los utilizados en los hospitales. Las imágenes
obtenidas revelaron la estructura de la cavidad cerebral, del oído interno e
incluso de los incipientes dientes adultos, todavía sin salir en la boca de la
cría.
Los resultados muestran que el cráneo y los dientes de Nyanzapithecus
alesi son similares a los de algunas especies de gibones. Sin
embargo, los autores destacan el pequeño tamaño de sus conductos
semicirculares, unos tubitos ubicados en el oído interno que contienen fluido y
ayudan a mantener el equilibrio. Para Spoor, este rasgo significa que Alesi no
se movía con acrobacias por los árboles, como los actuales gibones, sino que su
locomoción era más lenta y menos ágil.
El prehistoriador Manuel Domínguez Rodrigo, codirector del
Instituto de la Evolución en África, celebra el descubrimiento, pero es
prudente. “Es muy importante para saber cómo era la cara de un simio de hace 13
millones de años, pero es un hallazgo colateral. Es posible que se pareciera al
ancestro común. Y es igualmente posible que no”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario