Para quienes me preguntan ¿para qué aprender?

"En la ignorancia del pueblo está el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina. Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina: y aquí empiezan a reinar sobre su príncipe. [...] Pueblo idiota es la seguridad del tirano". F. Quevedo

lunes, 28 de julio de 2025

Una reflexión sobre la verdad y la mentira. (Cajón de Sastre)

 Os dejo aquí una reflexión que vincula la verdad y la mentira como dos caras de una misma moneda,


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Reflexión:

La verdad y la mentira no son opuestos absolutos, sino dimensiones inseparables del mismo fenómeno: el lenguaje humano y su intento de aprehender la realidad. Decimos buscar la verdad, pero a menudo lo hacemos desde construcciones culturales, intereses o necesidades que la distorsionan, dando lugar a la mentira.

Como señaló Friedrich Nietzsche, “la verdad es una ilusión de la que se ha olvidado que lo es, una metáfora que se ha gastado y ha perdido su fuerza sensible” (Sobre verdad y mentira en sentido extramoral). Esta perspectiva nos obliga a sospechar incluso de lo que llamamos certezas.

La mentira, lejos de ser solo engaño deliberado, puede ser también un refugio, una herramienta o incluso una forma de verdad parcial. Michel Foucault lo advertía al afirmar que “la verdad no es nunca la recompensa de almas libres, sino el producto de relaciones de poder”. Bajo esta mirada, la mentira no es lo contrario de la verdad, sino lo que permite desvelar sus condiciones, sus límites, su contexto.

Y sin embargo, la búsqueda de la verdad sigue siendo una exigencia ética. Como decía Kant, “la veracidad es un deber incondicionado del ser humano, sea quien sea y cualquiera que sea la situación en la que se encuentre” (Sobre un pretendido derecho a mentir por humanidad). En esa tensión entre el deber moral y la condición humana se revela que verdad y mentira conviven como una misma moneda: una cara aspira a la claridad; la otra, inevitablemente, a la sombra.

 

Para entender lo escrito, vamos a ajustar la reflexión sobre la verdad y la mentira como dos caras de una misma moneda a partir del quehacer diario de una persona.

Cada mañana, cuando el café humea y el reloj nos apura, empezamos a vestirnos no solo con ropa, sino con pequeñas verdades a medio decir y mentiras dulces que nos protegen. Decimos que estamos bien cuando algo dentro cruje. Sonreímos, aunque el alma esté hecha trizas. Y no es cobardía: es el arte cotidiano de sostener el mundo sin que se rompa y sobrevivir en el día a día.

La verdad, en la vida diaria, no siempre es luminosa. A veces es un cuchillo, otras, una carga. Y la mentira, sin ser noble, puede ser compasiva. Decimos al niño que su dibujo es hermoso. A nuestro amigo, que todo irá bien. A nosotros mismos, que aún hay tiempo. ¿Es eso mentir o simplemente seguir adelante?

Borges escribió: "Decir la verdad es difícil, y mentir no vale la pena." Pero ¿qué ocurre cuando decir toda la verdad rompe algo que amamos? ¿Y si mentir un poco sostiene lo frágil? Camus nos recuerda que “los hombres mueren y muchos sin llegar a ser felices”, quizá porque confundimos vivir con tener siempre la razón. Tal vez vivir, simplemente, es elegir qué verdades decir y qué silencios guardar.

Así vamos, cruzando el día como funámbulos, equilibrando palabras sobre la cuerda floja de lo real. La verdad y la mentira no son monstruos ni ángeles: son herramientas, sombras que se turnan para dibujar nuestro rostro frente al espejo.


TEXTO DRAMATIZADO

“Lo que se dice, lo que se calla”


 Vamos a convertir esta reflexión en un diálogo teatral  entre dos personajes (Vera y Mentor), cuyos nombres están simbólicamente vinculados al tema de la verdad y la mentira.

§  - -Vera (del latín verus, “verdad”). Persona introspectiva, sensible, que intenta ser honesta pero en que carga siempre con dudas.

§  - Mentor: nombre inspirado en la figura de guía, pero con resonancias de “mentira” por su sonoridad, jugando con la ambigüedad. Se trata de un personjae cínico amable, sabio, irónico, más práctico que idealista. 

 

Texto dramatizado:

(Escena: una mañana, en una cocina cualquiera, al amanecer tenemos a Vera sentada, mirando una taza de café. Entra Mentor, con expresión soñolienta pero atenta.)

MENTOR: Ya estás hablando contigo misma otra vez, ¿eh? ¿A qué verdad estás interrogando ahora?

VERA (sonríe apenas): A todas. O a ninguna. Solo me preguntaba si hoy podría pasar un día sin mentir.
Sin adornar nada. Sin fingir que todo está bien.

 MENTOR (sirviéndose café): Qué idea tan peligrosa… La verdad cruda no alimenta. La mentira, en cambio, tiene buen sabor… aunque luego dé ardor.

 VERA: Pero no quiero vivir a medias. Me cansa sostenerme en silencios y frases falsas.

Hoy le dije a mi hermana que me alegraba por ella. Y no. No me alegra. Estoy rota.

 MENTOR (sentándose): ¿Y qué hubiera cambiado si se lo decías? ¿Le dabas tu verdad como una piedra caliente en las manos? A veces ser sincero es solo una forma elegante de hacer daño.

 VERA: ¿Entonces hay que mentir siempre?

 MENTOR: No. Pero hay que elegir. Como un poeta elige qué verso dejar fuera. Decir la verdad puede ser un acto de valentía o de egoísmo. Y mentir, un gesto de cobardía… o de amor.

 VERA: ¿Y cómo saber la diferencia?

 MENTOR (pausa, la mira con afecto): No se sabe. Se vive. Te equivocas, y vuelves a intentarlo. La vida no se divide en verdad o mentira. Se construye con palabras que flotan entre las dos.

 VERA (baja la mirada): A veces solo quiero decir: “No estoy bien”.

 MENTOR: Entonces dilo. Pero a quien pueda sostenerte cuando lo digas. No a cualquiera.

 

(Pausa. El silencio pesa, pero no duele. Comparten un sorbo de café.)

 

VERA (suave): Gracias por no mentirme ahora.

 MENTOR (con una sonrisa leve): ¿Y cómo sabes que no lo hice?

(Se miran mientras la escena se apaga lentamente.)

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