Para quienes me preguntan ¿para qué aprender?

"En la ignorancia del pueblo está el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina. Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina: y aquí empiezan a reinar sobre su príncipe. [...] Pueblo idiota es la seguridad del tirano". F. Quevedo

jueves, 3 de mayo de 2018

Texto de Azaña: DISCURSO DE LA “PAZ, PIEDAD Y PERDÓN” (1938)

Texto de Azaña:
DISCURSO DE LA “PAZ, PIEDAD Y PERDÓN” (1938)

Es la conmoción profunda en la moral de un país, que nadie puede constreñir y que nadie puede encauzar. Después de un terremoto, es difícil reconocer el perfil del terreno. Imaginad una montaña volcánica, pero apagada, en cuyos flancos viven durante generaciones muchas familias pacíficas. Un día, la montaña entra de pronto en erupción, causa estragos, y cuando la erupción cesa y se disipan las humaredas, los habitantes supervivientes miran a la montaña y ya no les parece la misma; no reconocen su perfil, no reconocen su forma. Es la misma montaña, pero de otra manera, y la misma materia en fusión que expele el cráter; cuando cae en tierra y se solidifica, forma parte del perfil del terreno y hay que contar con ella para las edificaciones del día de mañana.
Este fenómeno profundo, que se da en todas las guerras, me impide a mi hablar del porvenir de España en el orden político y en el orden moral, porque es un profundo misterio, en este país de las sorpresas y de las reacciones inesperadas, o que podrá resultar el día en que los españoles, en paz, se pongan a considerar lo que han hecho durante la guerra. Yo creo que si de esta acumulación de males ha de salir el mayor bien posible, será con este espíritu, y desventurado el que no lo entienda así. No tengo el optimismo de un Pangloss ni voy a aplicar a este drama español la simplicísima doctrina del adagio de que «no hay mal que por bien no venga». No es verdad, no es verdad. Pero es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa de escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: «Paz, Piedad y Perdón»
Manuel Azaña, Discurso en el Ayuntamiento de Barcelona, 18 de julio de 1938. 


Dados los problemas para que lo encontraseis aquí os dejo lo básico, lo único que os puedo poner en el examen de éste texto. 

NATURALEZA DEL TEXTO
Es un discurso pronunciado por el presidente de la República española en pleno trance de la Guerra Civil (1936-1939), por tanto, es un texto histórico de carácter político, en él trata de un discurso que alejándose de la situación de la Guerra Civil, trata de sentar las bases de una posible y futura reconciliación nacional al finalizar la Guerra Civil. Por tanto, tiene una naturaleza pública (está dirigido a la generalidad de la población), tiene una intencionalidad y, en consecuencia, es de carácter político. Tiene unas implicaciones sociales, ya que busca  crear un recuerdo común y una enseñanza para evitar futuros conflictos armados como se está viviendo en España en ese momento).

Análisis:
Se trata de un texto argumentativo en el que podemos observar como pretende transmitir una idea principal y para ello se apoya en otras secundarias.
La idea p
rincipal es la petición de reconciliación nacional como argumento tras la contienda, que ya considera ganada por los sublevados; para evitar futuros enfrentamientos.
Las ideas secundarias, a modo de argumentos que refuerzan la idea anterior son:
 - Considerar a España como un volcán en el que necesariamente vive un pueblo que tiene que vivir en su ladera y sobrevivir a sus estallidos, dejando un paisaje diferente al que había y sobre el cual han de vivir las futuras generaciones
- El rechazo a una guerra sin sentido (teoría de la “guerra incivil”), de la que el pueblo español debe sacar una enseñanza sobre las cenizas de la guerra, sin revanchismos; para evitar otro conflicto como este en el futuro.
Así pues la intención de Azaña es llamar la atención sobre el futuro y la reflexión de que en el porvenir habría de suscitar el drama bélico. Consciente de lo irreversible de la guerra y de que tras ella nada será igual ganase quien ganase, entiende el nuevo contexto postbélico como un crisol en el que habrán de imponerse las palabras "Paz, piedad y perdón". En ese sentido, el texto es una llamada a la conclusión de la guerra, la firma de un armisticio (no una paz sin condiciones) y la amnistía. 

CONTEXTO:
Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de  febrero de 1936,  Azaña se convirtió en presidente de la República, en sustitución de Alcalá Zamora. Fue en ese destacado puesto desde el que vivió el estallido de la Guerra Civil. A las alturas de 1938, Azaña comenzó a pensar en la posibilidad de terminar con el conflicto civil y contrario a proseguir la guerra a cualquier coste, en contraste con lo que pensaba el entonces Presidente del Gobierno, Juan Negrín.

Este discurso se denominó de las tres “P” (Paz, Piedad y Perdón). Su intención básica era pedir el retorno a la concordia nacional bajo un contexto en el que la guerra parecía razonablemente perdida ya para la República (tras la Batalla de Teruel y la posterior contraofensiva que provocó la división del territorio republicano, aislando a Cataluña). Pero no era del mismo parecer Negrín, el máximo responsable gubernamental, quien buscó la prolongación de la guerra hasta mezclarla con el conflicto global que se avecinaba (Segunda Guerra Mundial). 
Para las alturas de 1938 era comprensible que Azaña pronunciara su célebre discurso. De hecho, el presidente de la Generalitat (Companys), en conexión con Azaña, venía intentando un armisticio con Franco. La estrategia del Presidente de la República era clara: ya no se trataba de ganar una guerra, pues estaba perdida; era el momento de mirar hacia el porvenir solicitando de los vencedores “Paz, Piedad y Perdón”.

CONCLUSIÓN:
Los contenidos reconciliadores del pensamiento de Azaña no tuvieron efecto inmediato ya que acabada la guerra, la represión se cebó con los vencidos, sobre todo durante los años cuarenta (Tribunal par la Represión de la Masonería y el Comunismo); pero tuvieron una gran repercusión sobre la Transición Democrática, dónde los planteamientos y consideraciones de Azaña se convirtieron en realidad

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