Oposición Geografía e Historia. Prácticas Historia de España. Comentario de Texto. Batalla de Covadonga según la crónica de Alfonso III. Tema 29: La expansión de los reinos cristianos en la península Ibérica.
Batalla de Covadonga según la "Crónica de Alfonso
III".
Pelayo estaba con sus
compañeros en el monte Auseva, y el ejército de Alqama llegó hasta él y alzó
innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva. El predicho obispo subió
a un montículo situado ante la cueva de la Señora y habló así a Pelayo:
"Pelayo, Pelayo, ¿ dónde estás?". El interpelado se asomó a la
ventana y respondió "Aquí estoy". El obispo dijo entonces:
"Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se
hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los
otros paises por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el
ejército de los godos no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas. ¿Podrás tú
defenderte en la cima de este monte?. Me parece difícil. Escucha mi consejo:
vuelve de tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de
los caldeos". Pelayo respondió entonces: "¿No leíste en las Sagradas
Escrituras que la Iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y
de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?". El obispo contestó:
"Verdaderamente, así está escrito". Pelayo dijo: "Cristo es
nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea España salvada y
reparado el ejército de los godos. Confío en que se cumplirá en nosotros la
promesa del Señor, por que David ha dicho: "!Castigaré con mi vara sus
iniquidades y con azotes sus pecados, pero no les faltará mi misericordia!".
Así pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio esa multitud y
no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca del Padre a
Nuestro Señor Jesucristo, que puede libarnos de estos paganos". El obispo,
vuelto entonces al ejército, dijo : "Acercaos y pelead. Ya habéis oido
cómo me ha respondido; a lo que adivino de su intención, no tendréis paz con
él, sino por la venganza de la espada".
Alqama mandó entonces
comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los
fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las
lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las
magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y
llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se
volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos.
"Crónica de Alfonso
III". Ed. GOMEZ MORENO, B.R.A.H., C, 1932, p. 6l2
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