CURSO 2024/25. Historia de España. Actividad de introspección histórica. Vivamos nuestra historia desde dentro. Un recorrido por la Historia del siglo XX a través de 6 personajes figurados.
DEBATE ESCENIFICADO: “La Historia en 6 voces”
🔁 Bloques del debate y preguntas orientadoras
Bloque | Tema central | Preguntas | Objetivo |
1 | II República y Guerra Civil (1931– 1939) | ¿Qué significó la República para ti? ¿Cómo viviste la Guerra Civil? | Mostrar orígenes ideológicos y heridas iniciales |
2 | Franquismo (1939 – 1975) | ¿Qué impacto tuvo el régimen en tu vida? ¿Hubo algo positivo? | Contrastar memoria de la represión vs estabilidad |
3 | Transición (1975 – 1982) | ¿Fue una transición justa? ¿Qué se logró y qué se omitió? ¿cuál fue el papel de Suárez, el rey y la UCD? | Debatir sobre pactos, cesiones y falta de justicia |
4 | Democracia y 1992 | ¿Qué representa el PSOE y el año 1992 desde un punto de vista personal e histórico para ti? | Mostrar expectativas y desilusiones frente al presente |
- Cada bloque debe durar entre 5 y 8 minutos.
- Debe haber mínimo:
- 2 momentos de conflicto fuerte
(interrupciones, críticas directas).
- 2 momentos de alianza entre personajes
inesperados.
- Al final de cada bloque, uno de los personajes hace una
breve conclusión.
✍️
Reflexión Final
Cada alumno,
fuera del personaje, responde individualmente:
- ¿Qué he aprendido sobre la
historia reciente de España?
- ¿Cómo ha cambiado mi
percepción sobre alguno de los hechos?
- ¿Qué significa para mí hoy
“memoria democrática”?
1.👤 Don Ramón de la
Serna à Fecha y lugar de
nacimiento: 1895, Burgos
Militar conservador retirado: de carácter autoritario,
nacionalcatólico y defensor del orden tradicional. Socialmente pertenece a la
aristocracia militar, firme creyente en la unidad de España y en la
colaboración entre Iglesia y Estado.
Relato vital:
Nacido en el seno de una familia de profunda tradición
castrense, Don Ramón ingresó muy joven en la academia militar, influido por la
figura de su padre, coronel que falleció en Cuba durante la guerra del 98.
Aquel trauma marcó su concepción del honor, el deber y la idea de patria. Vivió
de cerca la descomposición del sistema liberal durante la Restauración,
convencido de que el parlamentarismo sólo generaba caos y decadencia.
Apoyó con entusiasmo la dictadura de Primo de Rivera,
convencido de que por fin España recuperaba el rumbo mediante el orden y la
autoridad. Tras retirarse del servicio activo en 1930, observó con profundo
rechazo la llegada de la II República, a la que consideró una amenaza directa al
alma de España: la Iglesia, el Ejército y la familia. Le indignaron medidas
como la retirada de crucifijos de las escuelas públicas o la aprobación del
divorcio.
En su ciudad, Burgos, participó activamente en
tertulias conservadoras y conspiraciones para apoyar un eventual alzamiento. En
1936, cuando comenzó la Guerra Civil, ofreció sus servicios como asesor
logístico al bando sublevado. Nunca combatió directamente en el frente, pero
desde Valladolid y luego Burgos —sede del gobierno franquista— colaboró en la
redacción de informes, incluidos algunos que justificaban ejecuciones
sumarísimas por motivos ideológicos, que él consideraba “necesarias para la
salvación de España”.
Durante el régimen franquista, se mantuvo en la sombra
como figura respetada del estamento militar, asesorando a la Guardia Civil en
tareas de contrainsurgencia durante los años 40. Mantuvo estrechos lazos con
sectores del Opus Dei y asistió con orgullo al ascenso del “nuevo orden
nacional”.
Con la muerte de Franco en 1975, Don Ramón se retiró
aún más de la vida pública, profundamente desconfiado del nuevo rumbo político.
Despreciaba los Pactos de la Moncloa, el pluralismo partidista y la
Constitución de 1978, que veía como una claudicación ante fuerzas
“disgregadoras”. En los años 80, desde su casa familiar, seguía defendiendo
públicamente “los logros del franquismo: paz, progreso y unidad”. Considera al
PSOE una amenaza directa a los valores tradicionales, y el año 1992 le parece
símbolo de una España desnortada y sin raíces.
Interacciones clave con otros personajes:
·
Con Clara Vilches (maestra republicana): Desde el primer momento hay
enfrentamiento ideológico. Don Ramón la acusa de representar “la utopía
destructiva que quiso arrancar a Dios de las aulas”, mientras Clara lo tilda de
“representante de un régimen de miedo y oscurantismo”. No llegan a acuerdos,
pero exponen bien sus posturas.
·
Con Luis Ortega (universitario de los 70): Desprecia su visión “rebelde y
caprichosa”. Le llama “niño mimado de la democracia”, acusándole de no haber
vivido las penurias de verdad. Luis, por su parte, le replica acusándolo de
“autoritarismo sin alma”.
·
Con Antonio Robles (obrero sindicalista): Aunque están en extremos opuestos,
Don Ramón le reconoce cierta disciplina y sentido del deber. “Al menos no sois
como esos jóvenes sin rumbo. Vosotros creéis en algo, aunque estéis
equivocados”.
·
Con Carmen Ferrer (política socialista): Mantienen una discusión frontal
pero más formal. Don Ramón la acusa de querer “borrar a España para convertirla
en un país sin alma, al servicio de Bruselas”. Carmen, firme pero serena, le
replica: “Usted sirvió a un régimen que cerraba bocas; nosotros abrimos
escuelas y hospitales.”
·
Segundo momento con Antonio Robles: En una conversación más calmada,
Don Ramón rememora cómo en los años 40 reprimieron a “agitadores” en fábricas.
Antonio, visiblemente afectado, responde: “Mi padre fue uno de esos. Nunca
volvió a casa.” Por primera vez, Don Ramón guarda silencio.
🗣️ Frases clave suyas que debes introducir en el
debate:
- “España necesita orden, no experimentos políticos.”
- “Con Franco, sabíamos a qué atenernos.”
- “El ejército siempre fue garante de la unidad.”
- “Lo llaman progreso, pero yo solo veo desarraigo.”
- “La paz no se negocia, se impone con firmeza.”
2. Clara Vilches
Lugar de nacimiento: Cuenca, 1905
Clase
social: Media baja (hija de ferroviario)
Ideología: Republicana,
laicista, pedagoga progresista
Relato
vital:
Clara
nació en una familia modesta, pero rica en ideas. Su padre, ferroviario y
sindicalista, fue quien le enseñó que la justicia social empieza por el
conocimiento. Desde muy joven, Clara sintió que su misión estaba en las aulas.
Gracias a una beca, estudió Magisterio en Madrid, donde se empapó de los
ideales de la Institución Libre de Enseñanza. Allí aprendió que
enseñar no era repetir dogmas, sino abrir ventanas.
Cuando
se proclamó la Segunda República en 1931, Clara ya daba clases en
una aldea de la sierra conquense. Fue pionera en llevar a sus alumnos la
enseñanza mixta, la libertad de pensamiento y el aprendizaje activo. Se
incorporó con entusiasmo a las Misiones Pedagógicas, recorriendo
pueblos aislados con maletas llenas de libros, marionetas y proyectores.
Durante la Guerra Civil, mientras muchos
huían, Clara se quedó. Transformó refugios en aulas improvisadas. Enseñó a leer
bajo la amenaza de las bombas, convencida de que incluso en guerra, el
conocimiento era un acto de resistencia. Cuando Cuenca cayó en 1937, se refugió
primero en Valencia y luego en Barcelona, hasta que en 1939 cruzó la frontera
hacia Francia con miles de exiliados.
En el campo de Argelès vivió el frío, el hambre y
la humillación, pero también la solidaridad. Desde allí embarcó rumbo a México,
donde se implicó en proyectos educativos para los hijos del exilio republicano.
Durante décadas enseñó en escuelas comunitarias, escribió cuadernos didácticos
y recopiló testimonios del exilio.
Nunca regresó a España mientras Franco vivió. Volvió en
1978, ya jubilada, esperanzada pero herida por el olvido. Nadie
la esperaba. Recorrió las calles de su infancia y encontró silencio. Dedicó sus
últimos años a recopilar memorias del exilio y a contar su
historia en voz baja, para que no se borrara de los libros.
Interacciones clave:
·
Don Ramón de la Serna (el militar): Clara lo
identifica como el emblema de aquella España contra la que luchó con libros y
tizas. Ramón, por su parte, la acusa de haber sembrado caos disfrazado de
modernidad.
👉 Clara responde: “El
analfabetismo era más peligroso que cualquier revolución.”
“La escuela que usted desprecia era lo único que protegía a los niños de la
ignorancia y el miedo.”
·
Antonio Robles (el obrero sindicalista): Comparten la
raíz obrera y el compromiso con la justicia, pero difieren en la vía. Clara
cree en la paciencia de la educación; Antonio, en la urgencia de la lucha.
👉 Discuten, pero con respeto. “
§ Antonio, las
huelgas cambian leyes; la escuela cambia conciencias.”
§ “Clara, sin pan
no hay pupitres.”
·
Luis Ortega (el joven progresista): Luis la
idolatra. La ve como un faro moral. Clara lo escucha como quien habla con un
nieto rebelde: con cariño, pero también con advertencias. “No olvides que el
entusiasmo sin rigor puede ser otra forma de tiranía.”
·
Carmen Ferrer (la política socialista): Cuando Carmen
le habla de la ley del divorcio o del sufragio femenino, Clara se emociona:
§ “Tú eres lo que
yo soñé en 1931.”
§ Pero también le
recuerda: “No olvides a los que murieron por hacerlo posible.”
Frases clave:
§ “Educar no fue
mi trabajo: fue mi forma de resistir.”
§ “La educación
es la base de la democracia.
§ “Volver fue
emocionante, pero también doloroso.”
§ “Nunca
olvidaremos a los que murieron por una España libre.”
3 🛠️ Antonio Robles à Ideología:
Socialista revolucionario, sindicalista combativo
Perfil: Obrero
sindicalista
Fecha
y lugar de nacimiento: 1922, Sama de Langreo (Asturias)
Clase
social: Trabajadora, minera.
Relato
vital:
Antonio
nació en Sama, en el corazón de la Asturias minera. Su infancia estuvo marcada
por el humo de los pozos, la miseria de las familias obreras y los cánticos de
lucha que aprendía antes que el catecismo. Hijo de un minero de la UGT y una
madre costurera, creció entre reuniones clandestinas, huelgas, y el sonido
metálico de los picadores.
En 1934,
tenía doce años. La Revolución de Octubre le dejó una huella indeleble:
su padre participó en la toma del cuartel de la Guardia Civil en Langreo, y su
madre escondió compañeros heridos en casa. Antonio fue testigo del
levantamiento y de la brutal represión que siguió. Vio cómo quemaban la Casa
del Pueblo, cómo golpeaban a los vecinos. Esa infancia no se olvida.
“Mi escuela fue la revolución. Aprendí que la
justicia se arranca, no se espera.”
Durante la Segunda República, se convirtió
en aprendiz de electricista en una fábrica de Avilés, y comenzó a organizar
pequeños círculos juveniles obreros. En 1936, al estallar la Guerra Civil, con
solo 14 años, se alistó como enlace en los batallones obreros. Repartía
mensajes entre frentes, transportaba pan, organizaba mítines con obreros
mayores. Su juventud no lo libró de ver fusilamientos ni de dormir entre
ruinas. Fue testigo del fervor popular pero también del desorden:
colectivizaciones apresuradas, ejecuciones sin juicio, disputas entre
anarquistas y comunistas.
Cuando cayó Asturias en 1937, fue capturado con su
hermano mayor. Pasó por campos de concentración en León y luego fue enviado a
una correccional en Valladolid. Salió libre en 1941, pero vigilado. Se trasladó
a Bilbao como peón, donde se reencontró con antiguos compañeros de lucha.
Durante los años 50 y 60, se convirtió en un
referente clandestino en la reorganización de Comisiones Obreras
en el sector metalúrgico. Fue detenido varias veces, sufrió torturas en
comisarías franquistas y pasó temporadas en la cárcel de Carabanchel. Nunca
delató a nadie.
“Cada golpe me hacía más firme. No podían rompernos
a todos.”
Vivió la llegada de la democracia con alegría,
aunque no sin escepticismo. Apoyó al PSOE en 1982 con ilusión. Pero en los 80,
los cierres de fábricas y la reconversión industrial le dolieron como
traiciones. En 1992, ya jubilado, recordaba su vida desde un barrio obrero de
Gijón, entre orgullo y rabia.
Interacciones
clave:
·
Clara Vilches (la maestra republicana): à Antonio conoció a Clara en su
adolescencia, cuando ella llegó con una Misión Pedagógica a Langreo. Le regaló su
primer libro sin imágenes. Clara vio en él un joven brillante pero enfadado.
§ Clara: “Educar
también es enseñar a canalizar la rabia.”
§ Antonio: “Usted
me dio letras, pero fue la mina la que me dio razones.”
- Don Ramón
de la Serna (el militar): à Antonio jamás aceptó la
legitimidad de la sublevación. En los debates con Don Ramón, el tono es
tenso:
§ Ramón: “La
República se devoró a sí misma. Ustedes destruyeron el orden.”
§ Antonio: “¿Y su
orden quién lo eligió? ¿Las bayonetas?”
- Luis
Ortega (el joven): à Luis ve a Antonio como un
referente. Lo entrevista, lo graba, lo escucha. Pero Antonio es crítico:
§ “No basta con
protestar desde el sofá. Nosotros nos jugábamos los dientes.”
§ Luis: “Pero
gracias a ustedes, nosotros podemos hablar sin miedo.”
- Carmen
Ferrer (la política socialista): En los 80, Carmen y
Antonio coincidieron en actos sindicales. Al principio, complicidad.
Luego, distancia.
§ Antonio:
“Prometisteis no dejarnos atrás. Y aquí estamos: cerrando talleres.”
§ Carmen: “No
todo salió como queríamos, pero sin vosotros, no estaríamos aquí.”
§ Antonio:
“Entonces no olvides a quién le debes la silla.”
Frases clave:
ü “Mi escuela fue
la revolución. Aprendí que la justicia se arranca, no se espera.”
ü “Sin los
obreros, no habría democracia.”
ü “El 92 nos
trajo modernidad, pero ¿para quién?”
ü “Cada golpe me
hizo más firme. No podían rompernos a todos.”
ü
“Nosotros luchamos y paríamos derechos.
Hoy los venden en rebajas.”
4.
Luis Ortega
Perfil: Joven
universitario de los 70.- Fecha y
lugar de nacimiento: 1955, Madrid
Clase social: Burguesía
urbana ilustrada
Ideología: Progresista,
marxista-liberal, crítico del sistemaç
RELATO VITAL:
Luis nació en el barrio de
Argüelles, en el seno de una familia acomodada y cultivada. Su padre, notario
de prestigio, era un hombre metódico, reservado, que evitaba hablar de política
tras haber vivido de cerca la Guerra Civil. Su madre, profesora de Lengua y
Literatura, era una mujer sensible, amante de la poesía de Antonio Machado y
defensora de la educación como ascensor social.
En casa se respiraba cultura,
pero también conformismo. La radio sonaba baja, los periódicos se leían con
prudencia. “España aún no está preparada”, decía su padre cada vez que alguien
mencionaba el exilio o la República. Para Luis, esa falta de memoria era un
vacío intolerable.
Fue
en el Instituto San Isidro, uno de los más antiguos de Madrid, donde empezó a
despertar. Allí leyó por primera vez a Marx, a Marcuse, a Ortega y Gasset. Su
profesor de Filosofía lo invitó a pensar, no a repetir. En las tardes, bajaba a
la Cuesta de Moyano a comprar libros prohibidos, y en las noches escuchaba a
Serrat en voz baja.
“Mi
revolución empezó con un libro, no con una piedra.”
En
1973 ingresó en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense. Se unió
a círculos culturales, donde se hablaba de política, arte, cine y
desobediencia. Descubrió el cine de Buñuel y las teorías de Foucault. Militó en
grupos marxistas-liberales y participó activamente en las revueltas
estudiantiles del 75, desafiando al SEU, redactando panfletos, organizando huelgas.
La
muerte de Franco en 1975 la vivió como un desahogo colectivo. Votó por primera
vez en 1977 con esperanza, pero pronto sintió que los pactos de la Transición
eran eso: pactos entre élites. No negaba su valor, pero criticaba la falta de
justicia hacia las víctimas del franquismo y la continuidad de ciertas
estructuras de poder.
En
los 80 se lanzó de lleno a la Movida madrileña. Amante del arte
y de la experimentación, frecuentaba cafés, salas de conciertos, fanzines.
Defendía los derechos LGTB, el feminismo, el ecologismo y una república plural.
Rechazaba la nostalgia de izquierda dogmática, pero también el pragmatismo
neoliberal.
En
1992, con casi 40 años, trabajaba como profesor en una universidad pública.
Escribía artículos críticos en prensa alternativa y participaba en asociaciones
de memoria histórica. Para él, el AVE, la Expo o las Olimpiadas eran “fuegos
artificiales sin reconciliación real”.
“No
basta con modernizar, hay que desenterrar lo que se ocultó.”
Interacciones clave:
- Clara
Vilches (la maestra exiliada): Luis la conoce en los años 80 en
un homenaje a exiliados. Se queda embelesado con su relato. La ve como una
figura de otra España, íntegra y valiente.
§ Luis: “Usted
educó en trincheras, yo apenas grité en asambleas.”
Clara: “Tú haces preguntas que muchos prefieren enterrar. Eso también es
educar.”
- Don Ramón
de la Serna (el militar): Luis lo provoca con ironía
constante. Lo ve como un vestigio de la España autoritaria, aunque lo
escucha con curiosidad histórica.
§ Luis: “¿Todavía
firma con pluma de ganso?”
§ Ramón: “Al
menos no firmo utopías imposibles.”
§ Luis: “Usted
firmó miedo. Nosotros intentamos firmar futuro.”
- Carmen
Ferrer (la política socialista): Luis la respeta, pero la cuestiona. Le
recuerda que la democracia no puede dejar heridas abiertas.
§ Luis: “Tú
entraste en el Congreso. Yo sigo en la calle.”
§ Carmen: “Tú
puedes hablar gracias a que alguien firmó los pactos.”
§ Luis: “Y otros
se tragaron la impunidad.”
- Antonio
Robles (el obrero sindicalista): à Luis lo
escucha como quien oye a un padre que no tuvo. Lo admira profundamente,
aunque sus mundos sean distintos.
§ Luis: “Usted
luchó con los brazos. Yo con palabras. ¿Valen lo mismo?”
§ Antonio: “Si
las palabras duelen a quien manda, claro que sí.”
Frases clave:
·
“Mi revolución empezó con un libro, no con una
piedra.”
·
“Queríamos libertad, no solo votar cada cuatro
años.”
·
“La Transición fue pactada por arriba, no por
nosotros.”
·
“Aún hay mucho por hacer para cerrar heridas.”
·
“No basta con modernizar, hay que desenterrar lo
que se ocultó.”
5.
Carmen Ferrer.
Perfil: Política
socialista
Fecha y lugar
de nacimiento: 1965, Murcia
Clase social: Obrera en
ascenso
Ideología:
Socialdemócrata, institucionalista, feminista
Carmen Ferrer nacida en 1965 en Murcia, vivió de niña
los últimos años del franquismo y se forme políticamente en la Transición. Se
incorporó al PSOE en los años 80, manteniendo el enfoque en la promoción
social a través del esfuerzo obrero y el acceso a la educación pública:
RELATO VITAL:
Carmen nació en 1965 en el
barrio murciano de El Carmen, en una familia obrera marcada por la posguerra.
Su padre era ordenanza en una oficina pública; su madre, limpiadora en un
centro de salud. Ambos habían quedado huérfanos en su infancia, víctimas indirectas
de la Guerra Civil y la miseria de la posguerra: su padre perdió a sus padres
en un bombardeo en Cartagena; su madre, a los suyos por enfermedad y hambre en
la huerta murciana. Nunca hablaron de política en casa, pero su vida entera era
una respuesta a ella.
Carmen creció entre el esfuerzo
y la discreción. En casa se repetía: “La política no nos importa, ni la entendemos…
De eso no se habla, tú estudia y llega a ser alguién.”
Carmen creció entre el esfuerzo, la discreción y un
mandato silencioso: “La política no nos importa, ni la entendemos… De eso no se
habla. Tú estudia, y llega a ser alguien.” La política, para sus padres, era
algo que solo traía problemas. Pero sí tenían claro que la educación era la
única herencia que podían dejar.
Gracias a la escuela pública y a las becas, Carmen fue
la primera de su familia en llegar a la universidad. Ya en el instituto, vivió
el intento de golpe de Estado de Tejero con 15 años, y aquella sensación de
peligro la empujó a interesarse por la democracia. En 1983, con 18 años, entró
en la Universidad de Murcia a estudiar Derecho. Allí se unió a asociaciones
juveniles progresistas y, viendo que el cambio era posible, se afilió al PSOE.
Vivió la Transición no como una épica lejana, sino
como una realidad tangible: poder hablar, votar, organizarse… pero sobre todo,
que su madre tuviera una pensión, que su barrio tuviera ambulatorio, que los
niños como ella pudieran aspirar a más. Se convenció de que la política debía
servir para redistribuir oportunidades, y que el camino más justo era a través
del fortalecimiento de los servicios públicos y de una fiscalidad progresiva:
“Los impuestos bien usados no son un castigo, son un ascensor social.”
Durante los años 80 trabajó desde las bases del
partido en campañas vecinales por la mejora de los servicios públicos. Fue
elegida concejala con 25 años y desde entonces centró su labor en políticas de
igualdad, alfabetización de adultos, atención a mujeres víctimas de violencia y
rehabilitación urbana de barrios marginales.
En 1992, como parte del equipo autonómico vinculado a
los proyectos culturales de la Expo y otras iniciativas, participó en la
proyección exterior de Murcia. Vio ese año como una celebración del camino
recorrido, pero también con conciencia de que no todos habían llegado a la
meta. A pesar de su lealtad al PSOE, nunca dejó de cuestionar sus errores: la
corrupción, el alejamiento de las bases, el giro neoliberal.
Cree en la política institucional, pero no como una
meta en sí misma, sino como una herramienta para dignificar la vida de los
que menos tienen. Para ella, la educación pública no es solo un derecho, es
un deber del Estado con su pueblo. Y una política fiscal justa es el pilar que
sostiene esa justicia social.
Interacciones
clave:
§ A Don Ramón de
la Serna (militar franquista) à “Mi madre limpiaba suelos que usted
pisaba sin mirar. Hoy su nieta puede ser ministra, y la mía también.”
- Clara
Vilches (maestra republicana): -à “Gracias
a usted, las hijas de la limpieza pudieron llegar a la universidad. Usted
abrió el camino, yo sigo construyéndolo.”
- Antonio
Robles (obrero sindicalista): à “Sin
vuestra lucha en las fábricas, no habría escuelas para nuestros hijos.
Pero la lucha también se da desde el BOE.”
- Luis
Ortega (intelectual crítico): à “La calle despierta, pero
la ley protege. Lo uno sin lo otro se evapora.”
Frases clave:
§ “Mis padres no
hablaban de política, pero me enseñaron lo que es justicia.
§ “La educación pública fue mi trampolín: por
eso la defiendo con uñas y dientes.”
§ “El PSOE no es
perfecto, pero fue el primer partido que entendió a barrios como el mío.”
§ “1992 fue una vitrina. Lo importante es lo que
hay detrás: escuelas, hospitales, derechos.”
§ “Democracia no
es utopía: es presupuesto, igualdad y responsabilidad.”
6. Ignacio Beltrán de Heredia
ü Nacido en 1958,
en Valladolid
ü Conservador
moderado, funcionario jurídico
ü Clase media
profesional, valores tradicionales adaptados a los tiempos
Durante su infancia (1958–1970, hasta
los 12 años) vivió en Valladolid en 1958, en el seno de una familia
católica y conservadora. Su padre era funcionario de Hacienda y su madre, ama
de casa. Creció en una España en dictadura, pero estable, donde los valores del
respeto, el esfuerzo, la disciplina y el orden eran incuestionables. En casa no
se hablaba de política en profundidad, pero sí con preocupación cuando surgían
tensiones sociales. Su abuelo, militar retirado, le contaba historias de la
Guerra Civil desde una perspectiva de defensa del orden frente al caos.
En su adolescencia (1970–1975, 12 a 17
años) fue testigo de los primeros síntomas de apertura del franquismo: el
desarrollismo, el turismo, y cierta modernización de las costumbres. Aunque fue
educado en colegios religiosos, comenzó a leer prensa y a hacerse preguntas. La
muerte de Franco en 1975, cuando tenía 17 años, le provocó una mezcla de temor
e incertidumbre. No era franquista, pero sí temía que sin una figura fuerte al
frente, el país pudiera volver a una situación caótica.
En su juventud (1976–1983, 18 a 25
años) la Transición le marcó. Con 18 años, votó en el referéndum de 1978.
Estudiaba Derecho en la Universidad de Valladolid, donde valoró enormemente el
liderazgo de Adolfo Suárez y el papel de la monarquía parlamentaria. La
Constitución de 1978 le pareció el gran pacto necesario. No militó en ningún
partido, pero se sentía identificado con las posiciones centristas de UCD y
luego con el sector más moderado de Alianza Popular.
Durante sus años universitarios y primeros años
como funcionario, comenzó a entender la necesidad de reformas sociales. La Ley
del Divorcio de 1981 le incomodó inicialmente, lo que le llevó a alejarse de la
UCD y acercarse a AP. Más tarde aceptó que era “una necesidad social, aunque
dolorosa”. Ingresó como técnico jurídico en la administración pública.
Ya durante la madurez (1984–1992, 26 a 34 años) vivió los gobiernos
de Felipe González, Ignacio siguió trabajando como funcionario en temas
administrativos. No era socialista, pero valoraba muchas reformas: la inversión
en infraestructuras, la modernización del Estado, la profesionalización de los
servicios públicos. La Ley de Igualdad entre hombres y mujeres le pareció
arriesgada al principio, pero con los años reconoció que era justa y necesaria.
En 1992, con 34 años, formaba parte del equipo técnico de la
administración regional y participó indirectamente en la coordinación de
algunos proyectos culturales asociados al espíritu del 92. Vio ese año como la
consolidación de una España moderna, europea y reconciliada consigo misma.
Reflexión y presente (1993–actualidad). Con el paso
del tiempo, Ignacio ha seguido defendiendo el legado de la Transición. Aceptó
también los avances en derechos LGTB, aunque admite que le costó entenderlos
del todo: “No es lo que viví, pero no me corresponde juzgar”.
En la actualidad, observa con preocupación el auge de discursos
extremistas tanto a izquierda como a derecha. Le recuerdan los excesos de los
años 70 y teme que la política se convierta nuevamente en una trinchera. Sigue
creyendo en la moderación, el diálogo institucional y el respeto a las reglas
democráticas como pilares del progreso.
Interacciones
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