Españoles:
La entusiasta acogida que va encontrando en los pueblos del Ejército liberal;
el esfuerzo de los soldados que le componen, tan heroicamente mostrado en los
campos de Vicálvaro; el aplauso con que en todas partes ha sido recibida la
noticia de nuestro patriótico alzamiento, aseguran desde ahora el triunfo de la
libertad y de las leyes que hemos jurado defender.
Dentro
de pocos días, la mayor parte de las provincias habrán sacudido el yugo de los tiranos;
el Ejército entero habrá venido a ponerse bajo nuestras banderas, que son las
leales; la nación disfrutará los beneficios del régimen representativo, por el
cual ha derramado hasta ahora tanta sangre inútil y ha soportado tan costosos
sacrificios. Día es, pues, de decir lo
que estamos resueltos a hacer en el de la victoria.
Nosotros
queremos la conservación del trono, pero sin camarilla que lo deshonre; queremos
la práctica rigurosa de las leyes fundamentales, mejorándolas, sobre todo la electoral
y la de imprenta; queremos la rebaja de los impuestos, fundada en una estricta economía;
queremos que se respeten en los empleos militares y civiles la antigüedad y los
merecimientos; queremos arrancar los pueblos a la centralización que los
devora, dándoles la independencia local necesaria para que conserven y aumenten
sus intereses propios, y como garantía de todo esto queremos y plantearemos,
bajo sólidas bases, la Milicia Nacional. Tales son nuestros intentos, que
expresamos francamente, sin imponerlos por eso a la nación.
Las
Juntas de gobierno que deben irse constituyendo en las provincias libres; las Cortes
generales que luego se reúnan; la misma nación, en fin, fijará las bases
definitivas de la regeneración liberal a que aspiramos. Nosotros tenemos
consagradas a la voluntad nacional nuestras espadas, y no las envainaremos
hasta que ella esté cumplida.
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