EL
BALNEARIO DE FORTUNA
Entre sus ruinas hay registrados restos
romanos, musulmanes y medievales
Localizado en los 90, se ha excavado de forma
ininterrumpida desde el año 1999 hasta 2010
Las aguas termales de Fortuna son
conocidas desde antiguo y su uso medicinal se ha realizado «desde siempre»,
pero las primeras infraestructuras documentadas destinadas a su explotación
datan de época romana. Sus vestigios forman parte del enclave arqueológico Los
Baños, ubicado en la pedanía de igual nombre del municipio murciano. Se
encuentran junto al actual Balneario de Leana, construido sobre las aguas del
mismo manantial que antaño bañó las estructuras romanas y cuyo curso, explica
el arqueólogo de la Universidad de Murcia (UMU) y director de las excavaciones
llevadas a cabo en el yacimiento, Gonzalo Matilla, modificaron unas
prospecciones realizadas en el siglo XIX, rebajando su nivel freático y
desplazando los baños unos 500 metros ladera abajo.
Utilizadas por diversas civilizaciones desde época romana
hasta hace apenas doscientos años, las edificaciones que dieron forma al
antiguo balneario quedaron abandonadas por el cambio en la profundidad de las
aguas. La excavación de sus ruinas, en las que hay registrados restos de
arquitectura romana, musulmana, medieval y pertenecientes a la Edad Moderna, en
torno al siglo XVII, dieron comienzo en 1999 y hasta 2010 se llevaron a cabo de
forma ininterrumpida a lo largo de diversas campañas arqueológicas de invierno,
primavera y verano, con fines fundamentalmente académicos y de investigación.
Las actuaciones desarrolladas en el yacimiento, declarado
Bien de Interés Cultural (BIC) desde el pasado 2016, se han limitado desde
entonces a tareas de limpieza. Las características del enclave, donde conviven
restos de distintas épocas, y erigido en su primera etapa con grandes sillares,
ha dificultado, por su elevado coste, apunta Matilla, las actuaciones en este
conjunto arqueológico, asentado, además, sobre terrenos de titularidad privada.
De época romana
Sobre el yacimiento de Los Baños se distinguen dos piscinas
romanas, una de ellas monumental y de mayor antigüedad, en parte esculpida en
roca y con capacidad, estima Matilla, para 56 personas. La obra, cuyos orígenes
se remontan al siglo II a. C., comprende también un ninfeo -lugar sagrado
dedicado a las ninfas- y dos capillas a ambos lados del canal por el que
manaban las aguas termales. En una segunda etapa, en torno al siglo IV de la
era actual, se construiría una segunda piscina, más pequeña, y una bañera. De
época romana, también hay documentada, aunque sin excavar, una hospedería
destinada al descanso y alojamiento de quienes visitaban el lugar. Está situada
a varios metros del conjunto termal y fue localizada en los primeros 90 por el
arqueólogo de la Universidad de Murcia Antonino González. Su hallazgo dio pie,
años después, a las excavaciones de Matilla.
Los Baños se encuentran, explica el profesor, alejados de
cualquier población. Las ciudades más cercanas en época romana eran Elche y
Cartagena, y el viaje hasta Fortuna era largo. La construcción, «monumental»,
de este espacio en un lugar tan alejado «nos hace suponer que las aguas eran
muy conocidas y visitadas por un gran número de personas», argumenta Matilla,
quien añade que «realizar una obra de este tamaño era muy costoso».
Con el declive del Imperio Romano, el flujo de peregrinación
a las termas fue disminuyendo, aunque nunca dejaron de utilizarse, mantiene el
profesor. En torno a los siglos XI y XII, se registran nuevas construcciones de
origen musulmán. Se erige así, aprovechando el antiguo canal romano por el que
discurre el manantial, una pequeña estancia habilitada para el baño y una nueva
hospedería, de la que se han documentado dos salas. No serán las únicas
actuaciones sobre el yacimiento, que en siglo XV, sigue narrando Matilla,
vuelve a registrar una importante modificación. En esta época, detalla, se
rebaja el suelo de la piscina principal y se reducen sus dimensiones dejando
una especie de «baño precario» que podría semejarse a una «charca». Dos siglos
después se vuelve a invertir en el balneario con la elevación de varias
edificaciones hosteleras, una de las cuales, la más reciente, sigue en pie.
Actualmente también en manos privadas, se ubica a unos escasos veinte metros
del yacimiento.
En el XIX, recuerda Matilla, el agua dejó de brotar y las
instalaciones del viejo balneario fueron abandonadas. Precisamente, esta
circunstancia es la que ha permitido conservar la huella de las distintas
civilizaciones que aprovecharon las aguas de Fortuna. La práctica totalidad de
los actuales balnearios, señala el arqueólogo, se levantan sobre el lugar que
ocuparon las antiguas infraestructuras, y en muchos casos, «estas han
desaparecido».
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