100 años cambiando la hora
La implantación del horario de
verano siempre estuvo relacionada con la guerra y las crisis energéticas
El primer país en instaurar el horario de verano fue Alemania y lo hizo para ahorrar carbón durante la Gran Guerra.
El primer país en instaurar el horario de verano fue Alemania y lo hizo para ahorrar carbón durante la Gran Guerra.
"La idea
es impropia de la dignidad de una gran nación", decía un editorial de la
revista 'Nature' en 1911
Hasta la
crisis del petróleo de 1973, el cambio de hora ha sido una excepción vinculada
a crisis energéticas.
El horario de verano, con sus largas tardes, habría
que agradecérselo a la Primera Guerra Mundial. En
unos días, el 6 de abril, se cumplen 100 años desde que Alemania decidiera
adelantar el reloj por la guerra. La decisión fue poco a poco seguida por la
mayoría de los países más desarrollados de entonces. Aquel primer cambio de hora de 1916 se justificó por razones de ahorro
energético, igual que en toda su azarosa historia.
Cuando el káiser Guillermo II firmó el decreto del sommerzeit
(horario de verano) el 6 de abril, lo hizo como una medida de guerra. Entonces,
el carbón movía y encendía el mundo, pero la guerra lo estaba convirtiendo en
un producto cada vez más caro de conseguir, en especial para las potencias
centrales como Alemania o el Imperio austrohúngaro. El oscuro mineral era
fundamental para los trenes cargados de tropas y suministros o para iluminar
las fábricas de armamento, las dos prioridades del Consejo Federal Alemán. Por
eso, aquel domingo 30 de abril de 1916 a las 11 de la noche sería las 12.
El ejemplo alemán fue seguido por muchos países europeos.
Sus aliados austrohúngaros cambiaron la hora a la vez que los germanos. En otro
ejemplo más de la racionalidad económica de la medida, los países cercanos a
Alemania, con fuertes vínculos comerciales, como Países Bajos, Dinamarca o
Suecia, adelantaron sus relojes en los días siguientes. Pero la decisión con
mayor significado histórico fue la de los británicos. Los primeros que habían
intentado convertir en norma el horario de verano no querían ser los últimos.
Un año antes de que los alemanes instauraran por decreto
el horario de verano, en el Reino Unido moría el constructor William Willet.
Apasionado de las carreras de caballos y del golf, a Willet le fastidiaba cómo,
al llegar el verano y sus días más largos, sus conciudadanos no sabían
aprovechar esas horas extra de luz. Desde 1907, cuando tuvo la idea de
adelantar la hora, dedicó la mayor parte de su tiempo y su fortuna en conseguir
que la Cámara de los Comunes aprobara una ley sancionando lo que los
anglohablantes llaman Daylight Summer Time, o DST a secas. En su caso, el factor
económico solo era uno más. Para Willett, también era importante el tiempo
extra de luz solar que sus compatriotas podrían disponer para el ocio, la
práctica del deporte o estar con la familia.
Cinco veces consiguió Willett que su idea se debatiera en el
Parlamento y las cinco fue tumbada. El constructor amante de la luz del día,
por la importancia que le daba en sus casas, tuvo grandes aliados en su causa,
como el futuro primer ministro Winston
Churchill. Pero también se encontró con grandes objetores. Además de
los granjeros y los que defendían sus intereses, buena parte de la comunidad
científica de entonces se mostró en contra. En particular, los editoriales de
la revista Nature
fueron muy críticos: "La idea es impropia de la dignidad de una gran
nación y haría de nosotros el hazmerreír de las gentes ilustradas del
mundo", mantenía uno de sus editoriales sobre la materia.
La decisión alemana reavivó los rescoldos del plan de
Willett. Esta vez el Gobierno británico, que había desdeñado el plan en los
años anteriores, lo apoyó como parte de un programa para sostener la economía
de guerra. Buena parte de los mineros del carbón estaban ahora en las
trincheras y la producción del mineral había menguado. Además, al haber más
horas de luz, se reduciría el consumo eléctrico y los barcos podrían ser
descargados hasta más tarde sin temor a los ataques de los dirigibles alemanes.
Willett no pudo ver la aprobación de la Summer Time Act,
en mayo de 1916. Tampoco pudo saber cómo los británicos rebautizaron el horario
de verano como la hora Willett. Ni siquiera pudo oír a sir Henry Norman, uno
de los primeros en apoyar a Willett una década atrás, terminar su alegato a los
Comunes diciendo: "Quiero pensar que llegará un día en el que los
trabajadores de este país, y en eterno agradecimiento, querrán erigir en honor
de William Willett una estatua en alguna colina donde pueda ser bañada por el
primer rayo de un amanecer de abril, una hora antes de la Hora Media de
Greenwich". La estatua fue finalmente levantada en 1927 y en su reverso
hay un reloj solar con la leyenda HORAS NON NUMERO NISI AESTIVAS, que en latín quiere decir, solo marco las
horas del verano.
Tras los británicos, sus aliados también adelantaron la
hora. Los franceses, que la llamaron l'heure d'été, lo hicieron en junio. Los rusos ya
convertidos en soviéticos lo hicieron en 1917. En una clara muestra de la
conexión bélica del cambio horario, los estadounidenses solo adelantaron sus
relojes en 1918, cuando entraron en la contienda y por el mismo motivo: ahorrar
la factura energética.
España fue una de las últimas naciones occidentales en
cambiar la hora. En un real decreto de abril de 1918, se implantaba el adelanto
horario para el 15 de ese mismo mes, cuando a las 23 horas serían las 24 horas,
volviendo a recuperar esa hora el seis de octubre. Como el resto de los casos,
"la razón aducida fue la escasez de carbón provocada por la Primera Guerra
Mundial, que obligó a intensificar la producción y a reducir el consumo y, al
mismo tiempo, armonizar el horario con el de los países vecinos", escribía
Pere Planesas, del Observatorio Astronómico
Nacional, en un artículo del Anuario del Observatorio Astronómico de Madrid.
La
generalización del cambio de hora no volvió hasta que hubo una nueva guerra.
Hitler, por ejemplo, adelantó los relojes en 1940. Los franceses, esta vez como imposición germana, hicieron
lo mismo. Los estadounidenses repitieron la jugada del 18. Reinstauraron el
horario de verano en 1942, cuando ya habían entrado en la Segunda Guerra
Mundial, tras el bombardeo de Pearl Harbour, en diciembre del 41. Los
británicos, que no habían abandonado su gran invento, fueron más allá y
adelantaron el cambio de hora seis semanas y llegaron a plantearse adelantar
los relojes ya en febrero.
De nuevo, acabada la guerra, todos los grandes países se
olvidaron del cambio de hora... hasta que llegara la nueva crisis. Así, en los
años 60 solo Reino Unido e Italia mantenían el horario de verano. En un país
tan federal como Estados Unidos había estados donde se podía cambiar de hora
más de una decena de veces. Aún hoy, aunque una ley federal aprobó la vuelta al
horario de verano en 1975, todavía hay estados, como Hawái o Arizona, que no
siguen la norma. Tampoco lo hace Alaska pero, por su latitud, no tendría
sentido.
La
crisis del petróleo desatada por la guerra
entre árabes e israelíes, el apoyo de los estadounidenses a estos últimos y el
bloqueo de las exportaciones de crudo de las naciones árabes a Estados Unidos
volvieron a poner de moda el horario de verano. El argumento era el mismo que
cuando Willett y el carbón. Una hora más de luz al día suponía un menor consumo
de derivados del petróleo.
Desde entonces, el cambio de hora se ha mantenido en unos
70 países, la mayoría en el hemisferio norte. Incluso, se ha visto reforzado.
En Estados Unidos, por ejemplo, la duración del horario de verano se alargó
para que cubriera la noche de Halloween. En Europa, la Unión Europea armonizó
el sistema y fijó la hora y fecha para el cambio de hora en las 2:00 del sábado
al domingo del último fin de semana de marzo.
Para David Prerau, autor del libro Seize the Daylight: The Curious and Contentious Story of
Daylight Saving Time sobre la azarosa
historia del cambio de hora y asesor del Congreso de EE UU para el cambio de
hora, aunque el argumento del ahorro energético ha marcado la historia del
horario de verano, "a la mayoría de la gente le gusta porque disfrutan
teniendo una hora extra de luz del día por la tarde, cuando la encuentran más
aprovechable que por la mañana".
Tomado del diario "El País", 27-03-2016
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