Para quienes me preguntan ¿para qué aprender?

"En la ignorancia del pueblo está el dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina. Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina: y aquí empiezan a reinar sobre su príncipe. [...] Pueblo idiota es la seguridad del tirano". F. Quevedo

jueves, 15 de octubre de 2020

Historia de España. Bachillerato. Temas EBAU: Sexenio revolucionario (1868.749

“El Sexenio revolucionario (1868-1874)

El periodo histórico 1868-1874 se conoce como Sexenio Democrático, porque por vez primera el ideario del sufragio universal y los derechos sociales aparecían en la vida política española. También ha recibido el adjetivo de “revolucionario”, porque durante seis años el país conoció una agitada etapa de cambios políticos, movimientos sociales, conflictos armados y soluciones fracasadas. El balance de estos seis años fue de cierta frustración para republicanos federales, carlistas y, sobre todo, las capas populares, que vieron en las reformas la posibilidad de un cambio de su situación. Pero durante toda esta etapa los sectores burgueses más acomodados, monárquicos o republicanos, mantuvieron un pulso con los sectores revolucionarios. El resultado final fue la derrota de esta última opción.

1.     LA “GLORIOSA” REVOLUCIÓN Y EL GOBIERNO PROVISIONAL

El malestar político, económico y social que se arrastraba desde años atrás condujo al pronunciamiento del almirante Juan Bautista Topete en la bahía de Cádiz el 19 de septiembre de septiembre de 1868. Una coalición de fuerzas progresistas, demócratas y unionistas descontentos firmaron en 1866 el Pacto de Ostende, que fue el primer episodio de un movimiento que acabó con el reinado de Isabel II.

El levantamiento militar de septiembre dio paso a un movimiento revolucionario conocido como La Gloriosa. Esta revolución tuvo algunas peculiaridades: fue resultado de una alianza entre progresistas y unionistas con la aprobación de los demócratas; aunque intervinieron militares de prestigio, hubo una presencia destacada de civiles de las clases burguesas y medias; el objetivo era derrocar a la reina, no acabar con un gobierno. Pero fue una revolución «falseada», pues las juntas revolucionarias y los movimientos de base popular amparados por los demócratas fueron pronto excluidos o perseguidos.

Tras el levantamiento militar, la revolución se extendió desde Cádiz a toda la Península, y la batalla del puente de Alcolea (Córdoba) dio el triunfo a los sublevados, lo que provocó que Isabel II abandonara el país.

El programa revolucionario se ceñía al establecimiento de libertades políticas y civiles,  secularización del Estado, reforma de la Hacienda, libertad económica y rechazo de la dinastía borbónica. Las juntas estuvieron dominadas por las llamadas al orden, a preservar la propiedad y a la prudencia, desplazando las demandas radicales de raíz democrática y republicana.

La junta revolucionaria encomendaba al general Serrano la formación de un gobierno provisional, que se constituyó tras la  llegada del general Prim. En octubre se establecía la disolución de las juntas y se creaba un gobierno provisional formado por cinco ministros progresistas y cuatro unionistas, los demócratas quedaron fuera y con ellos el sector más revolucionario. Las primeras medidas se dirigieron a controlar la revolución: disolución de las juntas, reorganización de la Milicia Nacional, desarme de los Voluntarios de la Libertad y restitución de la disciplina en el ejército. Una vez cumplido este objetivo, atendió algunas peticiones populares y las promesas recogidas en la proclama del 19 de septiembre: supresión del impuesto de consumo; emancipación de los hijos de esclavos nacidos tras la revolución; decreto de libertad de enseñanza y reforma de la segunda enseñanza; decreto de libertad de imprenta.

El nuevo gobierno mostraba en un manifiesto a la nación, su programa de reformas, cuyos pilares eran el sufragio universal y las libertades religiosas, de enseñanza, de imprenta, de asociación y de reunión. A ello se sumaron medidas de carácter económico y social: creación de la peseta como moneda nacional, ley de minas y arancel librecambista. Este programa definía un orden social conservador de carácter burgués, en el que los poderosos y acomodados moldearon la revolución, desoyendo las demandas populares y democráticas.

El gobierno provisional convocó elecciones municipales para diciembre, que dieron el triunfo a los republicanos en veinte capitales de provincia, mientras el 15 de enero de 1869 tuvieron lugar las elecciones a Cortes Constituyentes, con mayoría de progresistas y unionistas, pero con un notable grupo de diputados republicanos.

2.     LA REGENCIA DE SERRANO

La Constitución de 1868 es un texto de extensión media, con 112 artículos, influido por la constitución belga de 1831 y la estadounidense de 1787. Establecía en  el preámbulo la soberanía nacional de base popular y proclamaba la división de poderes y una amplia declaración de derechos. De su contenido destacaban los siguientes aspectos:

§ Regulaba todos los derechos individuales que reconocía, incluso «cualquier otro no consignado expresamente». Esos derechos eran los de libertad de cultos, de reunión y asociación, de residencia, de enseñanza, de expresión y de inviolabilidad del domicilio.

§ Se establecía el sufragio universal como la conquista política más destacada de la revolución de 1868, tal y como señalaba el art. 16.

§ Se instauró un sistema bicameral. El Senado se elegía por sufragio universal indirecto, pero solo podían ser senadores los mayores contribuyentes. El Congreso estaba integrado por diputados elegidos por sufragio universal.

§ El rey tenía atribuciones semejantes a las de constituciones anteriores, pero el art. 33 aclaraba que esa monarquía estaba sujeta a la soberanía nacional.

La adopción de la monarquía como forma de gobierno provocó la dura oposición de los republicanos y obligó a nombrar a Serrano regente, mientras Prim ocupó la jefatura del gobierno. El poder ejecutivo tuvo que hacer frente a problemas internos y externos que complicaron su devenir: una guerra colonial en Cuba que se había iniciado en 1868; la oposición activa de los carlistas y los alfonsinos; el permanente acoso de los republicanos; el descontento de las capas populares urbanas y rurales, que veían  sin respuesta sus demandas sociales.

A los problemas que acabamos de referirnos se sumaba un asunto de complejidad diplomática y de política interior: la elección del nuevo rey, de una dinastía que no fuera la de los Borbones. Llegó a haber cinco candidatos, pero se eligió la candidatura de Amadeo de Saboya como nuevo rey.

3.     EL REINADO DE AMADEO I

Amadeo de Saboya fue elegido rey por el empeño del general Prim, quien quería evitar la proclamación de la república. Pero el mismo día en que el nuevo monarca desembarcaba en Cartagena, el 30 de diciembre de 1870, Prim moría en Madrid víctima de un atentado.

El nuevo rey tuvo que encargar la formación de gobierno a Serrano, a pesar de que nunca llegaron a entenderse. Uno de los principales problemas políticos fue la división interna en los partidos que apoyaban a Amadeo, unionistas y progresistas, especialmente estos últimos. Dentro del progresismo se  formaron dos tendencias:

§ Una más conservadora, con Sagasta a la cabeza: eran los llamados constitucionalistas, que tuvieron el apoyo de los unionistas de Serrano.

§ Otra más reformista, dirigida por Ruiz Zorrilla, los radicales, a la que se unieron los cimbrios, provenientes del partido demócrata que se había escindido entre los que defendían la monarquía y los partidarios de la república.

Esto llevó a sucesivas crisis de gobierno que acabaron con las presidencias de Ruiz Zorrilla (este en dos ocasiones), Sagasta y Serrano.

Por otro lado, existía una gran agitación sociopolítica derivada de los efectos de la Comuna de París y la difusión de los principios de la I Internacional en España. A toda esta inestabilidad política y social contribuyó la importante oposición de los republicanos federales, cada vez más radicalizados. A todos estos problemas se unía el estallido de otra rebelión carlista (tercera guerra carlista) y la guerra de Cuba. También eI malestar en el ejército se acrecentó por el nombramiento del general Hidalgo como capitán general de Las Vascongadas (había participado en la represión de los artilleros del cuartel de San Gil en 1866). Este nuevo foco de enfrentamiento colma la paciencia del rey y el día 10 de febrero de 1873 renunció a la corona.

4.     LA PRIMERA REPÚBLICA

La historia de este periodo abarcó menos de un año, del 11 de febrero de 1873 al 3 de enero de 1874. En ese tiempo se sucedieron numerosos acontecimientos: cuatro presidentes (Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar), seis gobiernos, una intensa agitación social, dos guerras –carlista y cubana–, y la revolución cantonal.

El primer presidente del poder ejecutivo fue Estanislao Figueras. Su  gobierno estuvo formado por cinco ministros radicales y figuras simbólicas del republicanismo (Salmerón, Castelar y Pi i Margall). Se mantuvo la Constitución de 1869, suprimiendo solo los artículos referidos a la monarquía.  La Asamblea eligió un gobierno netamente republicano presidido por Figueras. Un mes después, se disolvía la Asamblea tras haber abolido la esclavitud en Puerto Rico y haber suprimido las quintas. Se convocaron elecciones para mayo de 1873, con carácter constituyente, pero la agitación federalista hizo temer a los radicales que perderían las elecciones, por lo que prepararon un golpe para el 23 de abril, que fracasó. Serrano y Martos huyeron y se refugiaron en Francia. La consecuencia del fracaso de este golpe fue la ruptura entre radicales y republicanos. Finalmente, las elecciones se celebraron el 10 de mayo. Con mayoría republicana federal, las nuevas Cortes Constituyentes proclamaron la república democrática federal.

A Figueras le sustituyó el 11 de junio Francesc Pi i Margall, quien intentó conciliar las corrientes republicanas con un programa de «orden y gobierno». Pero los problemas que tenía que afrontar eran casi insuperables: dos guerras (la carlista y la de Cuba), con un ejército en plena disolución y unos oficiales contrarios a la república, y diversos cambios de gobiernos en pocas semanas para dar satisfacción a la derecha republicana.

Pi quería negociar con carlistas y republicanos, pero en julio de 1873 se produjo en Alcoy una huelga general que derivó en insurrección generalizada. La huelga se reprimió a tiro limpio. Pronto surgieron los cantones, que proclamaron la república federal. El cantonalismo surgió por dos causas: como reacción defensiva ante la posible derechización de la república y como medio de presión para acelerar la implantación de la república federal. Se basaba en una democracia directa, autonomía de municipios y diputaciones, supresión de consumos y quintas, reparto de la tierra, anticlericalismo difuso  y defensa de los intereses de las clases medias y populares. Pero en ningún caso se cuestionaron la unidad de España, a pesar de la apariencia de fragmentar el estado en cantones independientes. Los republicanos se dividieron entre transigentes y partidarios de la represión. El fenómeno cantonalista desbarató los planes de Pi y, ante la resistencia de este a reprimir los levantamientos cantonales, el gobierno entró en crisis.

Nicolás Salmerón sustituyó a Pi en la presidencia de la república y se comprometió a restablecer el orden y aprobar las reformas sociales pendientes. Pero el 6 de septiembre, Salmerón dejaba la presidencia del poder ejecutivo al negarse a firmar dos sentencias de muerte a dos militares que se habían “pasado” al ejército carlista. Se había debatido esos días la cuestión de la pena de muerte, y Salmerón, que se oponía, prefirió dejar el poder a cumplir la exigencia de los militares.

Le sustituyó Emilio Castelar, nombrado presidente el 8 de septiembre. Castelar defendía una república centralista (a pesar de haber elaborado un proyecto de constitución federal) y movilizó a los reservistas para acabar con el problema cantonal y continuar las dos guerras vigentes, carlista y cubana. Postergó la discusión del proyecto constitucional, firmó las penas de muerte que Salmerón rechazó e hizo volver a los dirigentes de los partidos radical y constitucional, entre ellos el general Serrano.

En la reanudación de las sesiones de las Cortes (enero de 1874), Castelar debía rendir cuentas de su tarea de gobierno. El general Pavía, capitán general de Madrid, había preparado un golpe de Estado del que el mismo Castelar tenía conocimiento, para apoyarle. Pero tras negar la cámara la confianza a Castelar, este dimitió. En la madrugada del 3 de enero, Pavía rodeó el edificio del Congreso y ordenó que desalojasen el hemiciclo. Sin resistencia finalizaba el experimento republicano.

La primera decisión era establecer el modelo político del nuevo gobierno y, de enero a diciembre de 1874, se instauró un régimen conocido como república unitaria o dictadura del general Serrano, ya que fue él quien presidió el gobierno y ejerció como presidente del poder ejecutivo. Se trataba de una dictadura personal encubierta bajo la forma republicana. Era un sistema híbrido sin constitución, pues la de 1873 no se había promulgado y la de 1869 se había dejado en suspenso. Se daba un papel primordial al ejército y los gobiernos del año 1874, un total de tres, siempre actuaron con la idea de provisionalidad y de volver a la normalidad institucional. Esta provisionalidad facilitó los preparativos del retorno del hijo de Isabel II, Alfonso. El general Martínez Campos preparó un pronunciamiento, del que Cánovas (principal dirigente del sector alfonsino) no era partidario. Cánovas quería una restauración monárquica por la vía civil evitando el pronunciamiento. Pero Martínez Campos salió de Madrid el 26 diciembre, marchó hacia Sagunto y allí arengó a las tropas el 29 de diciembre proclamando a Alfonso XII nuevo rey de España.

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