Oposición Geografía e Historia. Obras de Arte comentadas. EL BESO DE G. KLINT
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El Beso” de Klimt es es una ora al óleo, plata y oro sobre lienzo, que se realizó entre 1907 y 1908. Hoy está ubicada en Österreiche Galerie, Viena.
Desde siempre, se ha intentado simplificar en exceso la significación de Klimt en el panorama artístico afirmando que su mayor contribución al arte moderno reside en haber ejercido como puente entre el impresionismo y el expresionismo, adquiriendo su mayor potencia en la combinación de ambos.
Sin
embargo, el papel de Klimt escapa a los encasillamientos fáciles y condensa,
quizás mejor que nadie, las contradicciones estéticas de fines de siglo XIX. La
Viena de la segunda mitad del siglo XIX sufre durante la fase avanzada del reinado de Francisco José una doble orientación:
De una
parte, conoce los resultados de una revolución industrial en la que emerge una
burguesía muy dinámica e interesada en la sustitución de viejos credos
simbólicos por otros más modernos; pero, de otra parte, con la caída del mito
habsburgués en un lento proceso de desmembración, vuelven los ojos hacia un
eclecticismo noble y aparentemente confuso.
Los
artistas formados en esa mezcolanza estilística no pueden sustraerse a ese
conglomerado formal que aúna ecos de todos los estilos conocidos, de ahí que
Klimt recoja la herencia artesanal de su padre, un orfebre procedente de
Bohemia, y la mezcle con corrientes decorativas del romanticismo tardío, del
impresionismo y del moderno simbolismo.
En 1892,
el artista austríaco sufrió una aguda crisis personal provocada por la muerte
de su hermano. Ello le mantuvo algo alejado de la pintura y, por extensión, de
cualquier oficialización artística.
Ello
provocará que unos años después sea nombrado presidente del grupo Sezession,
una asociación de artistas austríacos que pretendía poner en conexión a Austria
con las corrientes internacionales orientadas hacia lo «auténtico», descartando
los clichés propios del populismo o sensiblería.
A nivel
pictórico, Sezession se
inscribe en una reacción simbolista y antirrealista enriquecida por una fuerte
dosis de melancolía mágica. Dentro de este crisol de corrientes vitalizadoras,
Klimt, su más importante representante pictórico, va a ser — gracias a su
audacia formal antirrealista — uno de los padres multiformes del arte moderno.
Klimt
colabora con ilustraciones que van a refinar cada vez más las modulaciones
lineales, creando un ritmo serpenteante en el que parecen concentrarse
orientalismo y germanismo.
En la
obra El beso de Klimt se llega a percibir un lejano parentesco con la estética
prerrafaelista, aunque ésta aparezca condimentada con nuevas especias que le
dan un sabor distinto, pasando de una interpretación litúrgico-religiosa de la
vida a una especie de transfiguración gnóstica existencial.
Otras
influencias van desde las exquisiteces lineales de McKintosh al diseño
abstracto y difuminador de Hodler, pasando por el simbolismo de Toorop e
incluso el erotismo desbordado de Beardsley, todo ello bañado en una atmósfera
augural y crepuscular, con inquietantes símbolos mortecinos.
Su
pintura es un sinuoso juego de ritmos ondulantes, dibujos cuidadosamente
equilibrados y de técnica muy fluida, convirtiéndose en piedra de escándalo
tras el rechazo de los académicos vieneses.
Pero
Klimt es también un precursor del collage,
utilizando placas de distintos materiales para el fondo de sus cuadros,
adelantándose en ello a los cubistas y, a diferencia de estos, usando los más
variados y nobles materiales.
Para
Klimt, la mujer es el motivo constante de su pintura, tanto en retratos como en
alegorías amplias, cargándose de connotaciones simbólicas y expresivas que
parecen transpirar un erotismo muy particular, a veces incluso lésbico.
En otras
ocasiones, el enjambre de cuerpos femeninos de muchos de sus cuadros se reduce
a unos pocos, desmaterializados en contacto con los planos coloreados y
serpentinos, que vislumbran un erotismo lujuriosamente lujoso.
Nada de
ello sorprende si tenemos en cuenta que en la Viena de esos años Freud expone
sus teorías en las que el componente sexual cobra inusitada significación y en
donde el mismo Mahler recrea una música bifrontal, nueva y vieja al mismo
tiempo, pero llena de ritmos sinuosos y mórbidos, exactamente como la pintura
de Klimt.
LOS QUEHACERES DE KLINT, EL BESO
El
beso es una clara muestra del quehacer pictórico de Klimt,
presidido en su mayor parte por representaciones femeninas que se yuxtaponen o
funden con espacios abstractos de intenso decorativismo en los que las manchas
cromáticas, alternadas con los brillos metálicos del oro y la plata, se
combinan intensamente.
El
cuadro es un desarrollo de las composiciones efectuadas para decoración del
palacio Stoclet de Bruselas, actividad en la que Klimt estuvo ocupado desde
1905 hasta 1911. La decoración consistió en un gran mural de mosaico y esmalte
cuya ejecución se encomendó a los artistas patrocinados por la Sezession.
Klimt ya había abordado el tema de la satisfacción en ocasiones anteriores,
sobre todo en el panel final del Fresco de
Beethoven de 1902.
Klimt
sitúa a una pareja fundida en un abrazo que parece flotar sobre un mar vegetal,
acentuando los aspectos simbólicos al tratar el cuerpo masculino con colores
fríos y rigores ortogonales, mientras que el femenino queda envuelto en un
cromatismo cálido y de ritmos espirales que parecen engullir el rígido deseo en
curvas voluptuosas. El rostro del hombre — supuesto elemento activo — se deja
en estado anónimo, mientras que la mujer — elemento receptor — se destaca a la
vez ensoñadora y ensoñada.
Ambos
dibujos derivan, sin lugar a dudas, del simbolismo personal de Klimt y la
imagen colectiva resulta tremendamente seductora.
Pero aún
hay más: Existe un elemento del estilo de Klimt, un tanto protoexpresionista,
que puede observarse en los dedos de los pies de la mujer, espantosamente
doblados, de igual manera que la mano, extraordinariamente retorcida. Incluso,
si nos fijamos bien, la coloración de la carne nos sugiere algo así como
putrefacción… (Bueno, es tan sólo una sugerencia).
De todas
formas, sabemos que este estilo gráfico de Klimt fue recibido en muchas
ocasiones con auténtica repugnancia, aspecto este el de su obra que más influyó
en sus contemporáneos más jóvenes.
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