Carlos III: ¿el mejor monarca que ha tenido España?
Discreto, austero, fiel y siempre
preocupado por el bienestar del pueblo. El hijo de Felipe V fue el mayor
representante del despotismo ilustrado y la antítesis a la imagen que se tiene
de un monarcaÇ
û La austeridad que caracterizaba
al cuarto Borbón que reinó en España despertaba simpatía: evitaba los
despilfarros en la corte, apenas dejaba que le hicieran trajes, vestía siempre
de forma sencilla y comía lo justo y casi siempre lo mismoÇ
û “Cuando Carlos III llegó al trono,
Madrid era una ciudad muy pobre y poco atractiva. No daba la impresión de ser
una capital. Pero su gran labor como ‘alcalde’ logró que pronto estuviera al
nivel del resto de capitales europeas”, reconoce Carlos
Martínez Shaw
û A Carlos III le tocó reinar sin
excesivos sobresaltos. Ramón María Serrera, catedrático de la Universidad de
Sevilla, confiesa que no sabe cómo habría pasado a la historia el monarca si
hubiera tenido que lidiar con la Revolución francesa o la invasión napoleónica,
conflictos a los que sí hizo frente su sucesor Carlos IV
El hijo
del que fue el primer Borbón que reinó en España, Felipe V, y la italiana
Isabel de Farnesio es el único rey de la historia española que ya
había reinado antes. Carlos III (Madrid, 1716-1788)
fue el rey de Nápoles durante 25 años. Para Ramón María Serrera, catedrático de
Historia de América en la Universidad de Sevilla, esta experiencia previa es
clave para que hoy los historiadores le consideren, casi por unanimidad, el
monarca más elogiado que ha tenido el país: “Ya tenía mucho recorrido hecho
cuando llegó a España. Carlos III reinó un total de 54 años, 25 en Nápoles y 29
en España, y siempre le preocupó el bienestar del pueblo. Era austero y
sencillo, además de un hombre fiel. Fue un gran rey reformista en España y
América que evitó los despilfarros y premiaba el mérito por encima de la
herencia de sangre”. El doctor en Historia Eduardo Juárez añade que este Borbón
se rodeó siempre de los personajes más válidos de la época, en lo que coincide
con Serrera para quien “el rey supo delegar en personas de primerísimo orden
como el marqués de Esquilache, el conde de Aranda, Campomanes o Floridablanca”.
También
ha ayudado a ensalzar la figura de este monarca ilustrado la mediocridad como
jefes de Estado que caracterizó tanto a algunos de sus antepasados como a algunos de sus descendientes. El
catedrático Luis Enrique Otero destaca la mala prensa que tenía su hijo Carlos
para quien en “lo único que destacó durante los años que reinó. "Carlos IV
no tenía muchas luces, dedicó más tiempo a la caza y a la buena vida que a los
asuntos de gobierno. La desidia y su incapacidad marcaron sus años de
reinado", y su nieto Fernando VII aún logró doblar esta animadversión y pasar a la
historia como un rey “nefasto”.
Pero
que Carlos III terminara reinando en España era algo muy
improbable. El rey tenía dos
hermanos mayores -Luis I y Fernando VI- fruto del primer matrimonio de Felipe V
con María Luisa Gabriela de Saboya. De ahí que su madre Isabel de Farnesio,
conocedora de lo difícil que era que su primogénito reinara en España, se
empleara en cerrar una serie de acuerdos con Francia para que Carlos fuera
nombrado duque de Parma y rey de Nápoles y Sicilia. Y lo consiguió. Sin
embargo, tanto Luis como Fernando reinaron durante poco tiempo porque
murieron pronto y sin dejar descendencia. En 1759, tras fallecer su hermano
Fernando, Carlos III se encontró con el trono de España en bandeja. Tenía
43 años, se convirtió en el mayor representante del despotismo ilustrado (una clase de
absolutismo que tomó la ideología reformadora de la ilustración) en España y
reinó hasta su muerte en 1788. Hoy la mayoría de los expertos le consideran el
mejor monarca de la historia de España.
Era discreto y austero
Carlos III era la antítesis a la imagen que se tiene de un monarca, pompa que, sin embargo, representaban a la perfección su padre -Felipe V- y su abuelo -Luis de Francia, ambos criados en la excesiva Versalles. La austeridad que caracterizaba al cuarto Borbón que reinó en España despertaba simpatía: evitaba los despilfarros en la corte, apenas dejaba que le hicieran trajes, vestía siempre de forma sencilla y comía lo justo y casi siempre lo mismo. “Llamaba mucho la atención el poco gusto que tenía de estrenar ropa. Basta con revisar los retratos que se le hicieron para ver que la ropa que llevaba era muy normal y tranquila. Además, en las comidas era muy frugal. El único capricho que se daba consistía en beber chocolate y dicen que siempre lo hacía usando la misma taza. Carlos III era una persona dedicada enteramente al ejercicio del poder por lo que no tenía esa necesidad del boato y ostentación que sí tenía su padre. A él le gustaba llevar una vida retirada nada rimbombante”, señala Eduardo Juárez. El cuadro que mejor define la austeridad y discreción del monarca según Serrera, es el que le hizo Goya Carlos III, Cazador (1786).
Fue un hombre fiel
Dos años después de comenzar su reinado en España, Carlos III quedó viudo al morir María Amalia de Sajonia a consecuencia de una tuberculosis. “En 22 años de matrimonio, este es el primer disgusto serio que me da Amalia”, dijo entonces el monarca. Nunca se le conocieron amantes y desde el fallecimiento de su esposa no volvió a casarse ni a estar con ninguna otra mujer. Con María Amalia tuvo trece hijos de los que sobrevivieron solo siete. El primer varón fue Felipe, pero fue excluido de la sucesión a causa de la deficiencia mental que padecía. Carlos IV, un año menor que Felipe, se convirtió así en el legítimo sucesor. “Su hijo menor, el infante Gabriel, era el predilecto del rey, que en el fondo sabía que Carlos era un mal heredero”, señala Juárez.
Preservó la integridad del estado frente
a intereses particulares
“Prefirió invertir el dinero en financiar
expediciones geográficas y antropológicas por el resto del mundo en vez de en
ampliar las colecciones reales. Desde luego, fue un defensor de los intereses
generales frente a los intereses particulares”, explica Eduardo Juárez. Todo
esto subraya la imagen de Carlos III como un rey absolutista preocupado por el
pueblo, el bien común y la modernización del país. Carlos
Martínez Shaw, catedrático especializado en Historia
Moderna y académico de la Real Academia de Historia, incide en que a Carlos III
se le elogió mucho por las expediciones botánicas que llevó a cabo en Nueva
España y Nueva Granada, que dieron como resultado el “espléndido” Jardín
Botánico de Madrid. “Fue un rey moderado y prudente. Logró muchísimas mejoras
sin arriesgar más de la cuenta”, apunta Shaw.
Sin embargo, Carlos III también fue
criticado por algunas de las decisiones que
tomó. Por ejemplo, en 1767 expulsó a los jesuitas del país porque les
consideraba culpables del motín de Esquilache (levantamiento popular
que tuvo lugar en Madrid en marzo de 1766 en contra del decreto que penaba con
multa y cárcel el uso de la capa larga y del sombrero de ala ancha). "El
rey opinaba que los panfletos estaban muy bien escritos para haber sido
elaborados por gente iletrada de los estamentos más pobres y asoció su autoría
directamente a los jesuitas. Por aquel entonces la enseñanza superior estaba
controlada por la Compañía de Jesús y su destierro supuso un paso hacia la
laicicidad y el control de la educación. La decisión de expulsarles fue muy
complicada y provocó muchas críticas y enfrentamientos", añade el doctor
en Historia Eduardo Juárez.
El “mejor alcalde de Madrid”
“Cuando Carlos III llegó al trono, Madrid
era una ciudad muy pobre y poco atractiva. No daba la impresión de ser una
capital. Pero su gran labor como ‘alcalde’ logró que pronto estuviera al nivel
del resto de capitales europeas”, reconoce Carlos Martínez Shaw. Si algo
destaca de su reinado es la cantidad de reformas públicas que llevó a cabo. El
rey embelleció la ciudad con edificios públicos tan emblemáticos como la
Puerta de Alcalá, el Museo del Prado -que inicialmente
estuvo planificado como un museo de historia natural-, el Banco de España, las
fuentes de Cibeles y Neptuno y el ya mencionado Jardín Botánico. Estas reformas
transformaron Madrid y marcaron el comienzo de la modernidad que tanto anhelaba
el monarca. También creó las Juntas de la caridad para prestar
servicio a los más necesitados, el servicio de ambulancias y llevó a cabo
la numeración de las casas y el alumbramiento de las calles. Además, mandó
construir más de 2.000 kilómetros de carreteras y 600 puentes por toda
España y fundó los Colegios de cirugía de Madrid y Barcelona.
Reinó durante un periodo de relativa
normalidad
Hay circunstancias en el reinado de Carlos
III que escapan a su buen hacer. Y es que se debe tener en cuenta que le tocó
reinar sin excesivos sobresaltos. Ramón María Serrera, sin restar méritos al
monarca, confiesa que no sabe cómo habría pasado a la historia si le hubiera
tocado lidiar con la Revolución francesa o
la invasión napoleónica, conflictos a los que sí tuvo que hacer frente su
sucesor Carlos IV. Por su parte, Eduardo Juárez reconoce que este Borbón fue un
rey de su momento con una gran capacidad para entender aquello que necesitaba
la sociedad. “Era un monarca absoluto que quería hacer más competitivo su país
y estaba muy comprometido con la mejora social. Al llegar a España desde
Nápoles encontró un país muy complejo en proceso de crecimiento en todos los
sentidos. Puede que no le tocará vivir una revolución o una invasión
extranjera, pero probablemente de haberle tocado no hubiera llegado a la
situación de ingobernabilidad y de decisión absurdas que tomaron tanto Carlos
IV como su valido Godoy. Aunque eso nunca lo sabremos”, opina Juárez.
Información recogida y ligeramente adaptada
del Diario “El País”, Para ver artículo íntegro pincha aquí.
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